Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

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Notas de cata: Maeve Brennan, John Williams, Orhan Pamuk, Amalia Álvarez San Pedro.

Estoy saboreando las lecturas con calma. No es tanto cuestión de tiempo disponible como de la forma de encogerlo y estirarlo para ver más allá, o a través, de él. Leo, releo, vuelvo a leer. Me extiendo en un pasaje, regreso a otro, intercalo páginas de otra lectura. Sin remordimiento alguno. Solo me recreo en el intenso placer. En las texturas suaves y en las crujientes, en el relleno dulce o en el punto picante. Me lo guardo un rato en la punta de la lengua, otro largo rato en el fondo del paladar. Esa frase tan críptica y, a la vez, con tanto significado. Ese párrafo oscuro. Esa estructura que te atrapa en su interior. La imagen evocadora de un mito. Incluso una simple, una sola palabra puede captar mi atención y entretenerme.
Así, un mes entero se resume en cuatro libros, una decena de relatos sueltos (comentados en las dos últimas jornadas de mi vuelta al año en cuentos) y algún ensayo o fragmento intercalado. Disfrutando del momento.

CRÓNICAS DE NUEVA YORK. Maeve Brennan.

Me he enamorado. Otra vez. Esta promiscuidad literaria es un tormento que me lleva de arrebato en arrebato. Solo leer la introducción de Isabel Núñez ya prometía, aun sin entrar en sus textos. ¿Que pudo ser la inspiradora del personaje de Holly Golighly? Ooooh… La zambullida en estas crónicas urbanas fue de cabeza y con los ojos muy abiertos, y mereció la pena con creces.
Las cincuenta y seis piezas que recoge el libro son otras tantas columnas que Brennan escribió para el New Yorker, en la sección The Talk of the Town, entre 1953 y 1968 (excepto las nueve últimas, posteriores). Columnas que recrean escenas de la calle con una plasticidad a veces deslumbrante, y es que, sin ser cuentos, se leen como relatos impresionistas de la vida neoyorkina de la época. Esa línea que cruza la sofisticación hacia la extravagancia en un viaje de ida y vuelta, hasta mezclarlas de tal forma que no se pueden distinguir. Aquí un brote de lo sórdido, ahora un destello de luz cálida, más tarde una sonrisa irónica y un toque enternecedor. Un combinado de elegancia y agudeza para tomar en pequeños tragos: qué otra cosa, un “Manhattan”.

Para maridar con: quienes gusten de mirar el mundo con ojos curiosos y saborear lo cotidiano.

Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: Arna Bontemps, Sherwood Anderson, Thomas Mann, James Joyce, Ivan Bunin, Saul Bellow.

Jornadas XLIII - XLVIII: Un tiempo para la tristeza
Hay un tiempo para cada acción bajo el cielo, se dice en el Eclesiastés; un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para sembrar y un tiempo para arrancar lo plantado, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz (y, de no ser así, probablemente nos aburriría seguir el curso de una existencia trazada con tiralíneas). También la tristeza tiene su momento, además de un armario lleno de trajes que ponerse cada vez que nos viene a visitar. A veces se viste de un negro tan profundo que se confunde con los ojos abismales de la noche, pero otras deja entreabrirse el abrigo y nos enseña las rodillas, que no son tan huesudas como esperábamos.
La vejez la cubre con un sayo largo, oscuro y denso que pesa como diciembre en los huesos. Así es la tristeza que cargan Jeff y Jennie Patton, la anciana pareja cuya impotencia ante las circunstancias les lleva a vivir “Una tragedia estival”.

Más liviano es el corto gabán que se pone para acompañar al joven George Willard el día en que emprende “La marcha” a la ciudad, y se tiñe del pálido azul de la nostalgia al alejarse de Winnesburg, en Ohio,  y de la infancia.
“Tobías Mindernickel” se la calza como si de un par de botas se tratara, de las de piel endurecida y suela tan gruesa que la huella dejada al pisar tarda en borrarse del barro, por húmedo que esté, dejándola maltrecha por el continuo roce.
Para ver en Dublín a Chico Chandler coge impermeable y paraguas, porque hay “Una nubecilla” que se va transformando en tormenta y una de esas caladuras son difíciles de secar, una vez atraviesan la piel y empiezan a ahogar por dentro.
Aparenta una despreocupada elegancia en su viaje con “El caballero de San Francisco”, ligera de equipaje como si no quisiera hacerse notar, aunque va apretando el paso y la presión de su brazo en el del compañero.
Con Hattie se quita el sombrero y bebe, y baila descalza y bebe, y se sienta en el suelo y bebe; e intenta no beber mientras se desnudan los recuerdos y se acuestan con ellos, antes de tener que “Irse de la casa amarilla”.
Cuando va de visita, la tristeza no siempre toca el timbre y, si no somos precavidos, se nos puede colar sin llamar. Estás trasteando en la puerta, jugando con el pasador del cerrojo mientras piensas en fijarlo, y una mano intempestiva te toca el hombro para avisarte de su presencia a tu espalda. Es así de traicionera. Y sabes que no queda otro remedio que sacar el servicio de té para compartir ese rato de la forma más amistosa posible, confiando en que, ese día, no tarde mucho en despedirse.

Notas de cata: Philip Larkin, Ana Mª Matute, Mingote, Raymond Queneau, Petra Hartlieb.

Noviembre ha sido el mes de las librerías, no solo porque el día 13 se celebrara el Día de las Librerías, sino porque por mis manos han pasado varias historias relacionadas con ellas. Desde los relatos contenidos en la antología “La librería a la vuelta de la esquina”, de la que os hablé al comenzar el mes, hasta las refrescantes confesiones de Petra Hartlieb en “Mi maravillosa librería”, que sirvieron para cerrarlo entre sonrisas (gracias, Rusta, por la recomendación). Entre medias, y dejando a un lado esas lecturas entrecortadas y dispersas que voy tomando y dejando según el humor que tenga, cuatro piezas que, a pesar de lo diferentes, han combinado a la perfección.

UNA CHICA EN INVIERNO. Philip Larkin.


Hay una guerra y, en Londres, nieva. Es el invierno de las esperanzas, frías y agotadas. Quizás un recuerdo veraniego de juventud pueda iluminar el desánimo. De algún modo, en algún momento. Quizás.

Caminar de puntillas, con la suavidad de la nieve que comienza a caer, y sin embargo dejar las marcas de las pisadas en medio del blanco, que en realidad nunca ha sido inmaculado. Una bailarina interpretando su ballet. Delicada, silenciosa, armónica; enérgica, elocuente y calculada. La intensidad estética se basa en la precisión. La matemática de la música en la punta de los dedos y explota la magia. Es arte. Es belleza. Es “Una chica en invierno”.

Para maridar con: quienes deseen paladear buenas historias bien contadas.

Notas de cata: Julian Barnes, Isaiah Berlin, Ernest Hemingway, Santiago Pajares, Elizabeth Strout,

Pausada, inconstante a veces, siempre obstinada; así es la compañía de la lectura. Y en el último mes, bastante variada: las confesiones de un escritor metido a cocinillas, un exhaustivo ensayo histórico, la mitológica memoria de Hemingway, el misterio de unos libros de autor desconocido y un microcosmos de la vida de la gente común. De la risa a la maravilla, todo cabe. Este es el resumen.

EL PERFECCIONISTA EN LA COCINA. Julian Barnes.

Literatura y cocina, una mezcla de lo más atractiva para quienes sienten curiosidad por los entresijos de los mundos de los libros y los fogones. Eso y la recomendación de un amigo, a quien se lo agradezco con una sonrisa tamaño menú largo y estrecho. Porque ese humor socarrón que gasta Barnes aquí se vuelve expansivo y alcanza la abierta carcajada. Mi amigo lo definió como “una especie de monólogo cómico pero más largo y bueno”; una definición bastante acertada.
Seguir la pelea de un escritor metido a cocinillas contra las recetas, muchas veces contradictorias, de los libros de cocina o de otros cocineros es toda una experiencia, te guste o no jugar con las cazuelas. El fracaso ante algunos elaboradísimos platos, la satisfacción de encontrar otros en los que lucirte, la caída de algunos mitos de infancia (la escena de la madre y los guisantes me encantó) o las diversas anécdotas que cuenta, tanto suyas como de varios escritores gastronómicos. Todo encaja y se desliza rápidamente, como el bocado de merengue de limón que explota en el paladar. Y, sí, teniendo en cuenta las similitudes entre escritura y cocina, alguna reflexión sobre literatura aparece. Para saborearla junto a todo lo demás.

Para maridar con: amantes de la cocina, de los libros, del humor… En fin, para cualquiera a quien le pique el gusanillo.

Notas de cata: Will Schwalbe, E.M. Delafield, Philip Hensher, Nell Leyshon, Mary Cholmondeley, Elizabeth Gaskell, Graeme Simsion, Ivan Doig, Terry Pratchett.

A veces uno coge un libro a sabiendas de que le va a gustar y, ya zambullido en la lectura, se alegra de ese pálpito que le ha conducido a ese momento de placer. Es una sensación que no tiene nada que envidiar a la sorpresa de escoger un libro sin ideas preconcebidas y hallar en él un pequeño mundo maravilloso. Los libros de este mes pertenecen, casi todos, a la primera categoría. Quizá me estoy acostumbrando a ir sobre seguro.

EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA. Will Schwalbe

Partiendo de la dolorosa situación de su madre, enferma de cáncer, Schwalbe consigue contar sus últimos años de vida sin caer en lo lacrimógeno a través de la relación que mantuvieron entre ellos y con los libros. No es tanto un libro sobre la muerte como sobre la vida y la forma en que se puede pasar por ella, sobre integridad, amor y literatura. Y, a pesar de la tristeza, me ha dejado buen sabor.

Notas de cata: Carlo M. Cipolla, Mary Ann Clark Bremer, Maria Edgeworth, O. Henry, Joseph Roth, Kressman Taylor, Connie Willis.

Septiembre ha sido un mes marcado por la brevedad, sobre todo en lo relacionado con las lecturas. Aquejada en parte, todavía, por una especie de virus de concentración errática, he saltado de relato en relato, entre cuentos, nouvelles y algunos breves ensayos. Nada grave, menos aún teniendo en cuenta lo que disfruto con las piezas cortas. Y todas ellas, tres relecturas incluidas, eran perfectas para disfrutar.

ALLEGRO MA NON TROPPO. Carlo M. Cipolla

Este librito de poco más de cien páginas contiene dos ensayos y una reflexión sobre el sentido del humor que nunca me cansaré de recomendar (ni de volver a leer). La reflexión es, en realidad, el prólogo: una introducción explicativa al contenido en la que expresa su visión sobre la ironía y el humorismo con una concisión esclarecedora.

En El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media, une su bagaje como historiador económico a su capacidad para la ironía para mostrarnos una versión del Medievo tan documentada como original y, a veces, cómica. Los argumentos que explican la importancia de la pimienta en acontecimientos como, por ejemplo, las Cruzadas no solo parecen lógicos sino que, además, despiertan la sonrisa. Aquí la historia medieval no tiene tintes románticos, si se convierte en árida: resulta de lo más divertida.

Las leyes fundamentales de la estupidez humana va un paso más allá. El propio Cipolla se refiere a ella como «una aguda invención» pero esto la deja al nivel de una simple boutade, cosa que no es en realidad. En cuanto a invención, puede ser ingeniosa, cínica e hilarante, pero esa agudeza es la expresión de un pensamiento inteligente que pone palabras a una realidad insoslayable: la dañina existencia de los estúpidos. Es una de esas lecturas que conviene repetir de tanto en tanto, en parte para entender cómo se ha llegado a algunas cotas, también para tomárselo con un cierto sentido del humor que nos ayude a superarlo. Pero, cuidado, lector: bien pudiera ser que, al leerlo, te encuentres reflejado y te sorprendas.

Para maridar con: mentes abiertas, curiosas, indagadoras y, sobre todo, capaces de reírse de uno mismo.

Notas de cata: Arnold Bennett, Antoine Compaignon, E.M. Forster, Edith Wharton.

Es una verdad generalmente admitida que, durante las vacaciones estivales, la gente encuentra mayor disposición hacia la lectura y dedica esos maravillosos momentos al sol (o a la sombra, o donde corresponda) a practicarla con un ritmo más vivo del habitual. Pues bien, ese no es mi caso: este mes el tiempo no me ha cundido en absoluto en lo que a lecturas se refiere. Lo he aprovechado en otros sentidos, lo he disfrutado y mucho pero leer, lo que se dice leer, ha sido bien poco. Ese tiempo insobornable por la noche, antes de dormir, y algunos raros momentos de soledad. Y, para colmo, la dificultad añadida (a la que he intentado resistirme larga aunque inútilmente al final) de descubrir que la longitud de mi brazo, si bien es proporcionada a mi estatura, resultaba demasiado corta para conseguir una adecuada perspectiva de las páginas del libro. Confío en que, una vez subsanado este problema (y no, no he acudido al doctor Frankenstein para alargarme el brazo), pueda volver a recrearme en la lectura de una forma cómoda, entre otras cosas.

Dejando a un lado la cuestión cuantitativa, el balance vuelve a ser satisfactorio y eso es lo importante. Para mí la lectura es un paseo reconfortante y, a poder ser, enriquecedor, no un circuito de velocidad.

ENTERRADO EN VIDA. Arnold Bennett.

Tengo que agradecer a Mónica Serendipia el descubrirme este libro que me ha hecho dormir varias noches con la sonrisa puesta. Novela ligera, comedia de enredo, juegos malabares: una historia de equivocaciones que es también una sátira sobre la concepción del arte y del artista, que sobre todo hace reír. No respira gran ambición, pero consigue cuanto pretende: la sonrisa burlona; y lo consigue con creces.

Para maridar con: quienes gustan de la mezcla de las letras con humor.


Notas de cata: Truman Capote, Millicent Dillon, Jorge Edwards, Sonia Escolano, William Ospina, David Sedaris, Enrique Vila-Matas.

Recuperar antiguas lecturas, esos autores olvidados, se está convirtiendo en tónica recurrente en estos últimos tiempos pero no analizaré las razones del sentimiento, incluso sentimentalismo, nostálgico que implica esto. Digamos solamente que mi viaje por el territorio de los cuentos ayuda a ello. Fruto de esta intensa actividad del plumero al desempolvar tantas páginas de desigual memoria han regresado, con gran placer, viejos buenos momentos. Ahí están, por ejemplo, Machado de Assis o Jane Bowles. Ésta, además, me ha hecho recorrer de nuevo buena parte de su recuerdo. Del primero, sé que volveré a él a no mucho tardar; se lo debo.

Mientras tanto, esto ha sido lo saboreado en este julio pegajoso:

RETRATOS. Truman Capote.

La mano de Jane Bowles, amiga del escritor y una de las “retratadas” me llevó de nuevo a este pequeño libro que reúne varias semblanzas de personajes del mundo artístico de la época. Algunas de ellas se han hecho célebres, como el largo y revelador encuentro con Marlon Brando (que le granjeó la enemistad con éste) o el relato de la “adorable criatura” Marilyn Monroe, quizá más por la fama de las figuras que por los méritos de Capote, que los tiene.

Me gusta el modo en que traza los perfiles, haciéndolos visibles con sus propias palabras, con la elocuencia de una escena o un recuerdo. Me gusta la aguda brevedad de los apuntes de la parte final, escritos para fotografías de Avedon (que estaría bien disfrutar). Me gusta su manera de acercarse a lo que cuenta, con un toque de intimidad y, a veces, algo de chismorreo. Me gusta ver desde su ángulo esas esquinitas mordidas del éxito, con su patetismo y su  oscuridad. Llamadme morbosa, pero lo prefiero al lado rosa e irreal.

Para maridar con: lectores curiosos, indagadores y un poco mitómanos.

Notas de cata: Lou Andreas-Salomé y R.M. Rilke, Wilkie Collins, Fernando G. Pañeda, Julio Llamazares, Edgar Neville, Katherine A. Porter, Thomas Wolfe.

Aunque sin dejar de lado la risa (algo casi imposible en mi caso), este mes ha sido más variado, tanto en género como en estilo: cartas, novelas, ensayo (que aún no he terminado), humor, amor, literatura… Y aquí dejo el resultado.

CORRESPONDENCIA. Lou Andreas-Salomé – Rainer Maria Rilke.

Breve pero intensa, esta colección de cartas entre estos dos escritores es una pieza destinada a quien desea conocer un poco del tormentoso pensamiento del poeta, siempre que se tenga curiosidad por adentrarse en estos caminos asilvestrados. Confieso que soy una de esas admiradoras compulsivas que disfrutan, no solo de la obra de sus favoritos, sino también de su vida, motivaciones y todos esos pequeños detalles que rodean su creatividad.

Para maridar con: curiosos, mitómanos, fetichistas literarios.

SEÑORA O SEÑORITA. Wilkie Collins

Entre la intriga folletinesca y la comedia de enredo, esta obrita de Collins utiliza tipos y tópicos conocidos:  el galán encantador, el villano malísimo, la muchacha inocente, el amor imposible y los matrimonios de conveniencia… Todos los elementos para construir una historia entretenida con algunos momentos, incluso, divertidos (como el baño en el mar del héroe), aunque le falta garra. Me gusta el punto irónico; la solución fácil, no.

Para maridar con: quienes necesiten una lectura rápida y amena.


Notas de cata: Belén Barroso, Jen Campbell, Sören Kierkegaard, Luis Magrinyà, T.F. Powys, Marcel Schwob, Marguerite Yourcenar.

Este mes ha estado marcado por el humor, al menos en buena parte de mis lecturas: sardónico, absurdo, sutil e incluso didáctico. El humor es un sentido, para mí, vital que nos ayuda a ver el lado ridículo del mundo y diluir toda esa parte oscura con la risa necesaria para sobrevivir. Una buena dosis de sentido del humor, otra de sentido común y esos dos apéndices que hay al final del brazo hacen maravillas si uno se lo propone.

No, no me voy más por las ramas. Aquí os dejo las catas:

CONFESIONES DE UNA HEREDERA CON DEMASIADO TIEMPO LIBRE. Belén Barroso.

Por resumirlo en una palabra: hilarante. De principio a fin. Y cuando digo principio me refiero, literalmente, a las primeras frases. Desde ese momento se nos pone un escaparate de todo lo que, a través de los libros, sabemos de la sociedad burguesa rural de la Inglaterra del siglo XIX y, tras cada modelo o tópico, la acotación mordaz y la consiguiente sonrisa. El homenaje a Jane Austen está claro; la parodia de los usos y comportamientos de la época, aún más.

El estilo epistolar es un acierto, en mi opinión, y en la visión del panorama a través de los ojos de la protagonista (y su, ejem, entendimiento) y la que nos concede a nosotros reside la mayor parte del encanto de la novela. Ahí y en los preciosos dibujos que aderezan las páginas. Acompañar a esta heredera por su búsqueda del matrimonio (que no del amor) y conocer a la panoplia de personajes curiosos que la rodean ha sido un bocado picante, deliciosamente picante.

Para maridar con: quienes quieran sonreír, reír y disfrutar de la burla amable.

Notas de cata: Stephen Benatar, Pablo Gutiérrez, Wallace Stegner, Thomas Wolfe.

Hago trampas. Al menos en cuanto a lecturas se refiere, desde el momento en que he escogido libros con un elevado porcentaje de probabilidades de ser de mi gusto. Para ser exacta, con un cien por cien, al menos este último mes. Ojalá tuviera el mismo acierto a la hora de jugar a la primitiva, porque me habría hecho millonaria. Por el momento, soy rica en placer lector y aquí os traigo la muestra.

LA VIDA SOÑADA DE RACHEL WARING. Stephen Benatar.

Esta novela también tiene trampas o, más bien, trampillas: pequeñas puertas que se abren, sigilosas, para dar paso a otras que a su vez se abrirán hasta conducirte al final del pasillo, a la habitación más recóndita. He encontrado tres historias en ella: la que cuenta la narradora, la que lee el lector y la que fluye por debajo, sin ruido, hasta converger las tres y dejarte aturdido en el último recodo. Y la manera en que las tres se entrelazan y te arrastran con ellas es, aunque suene a tópico, brillante. El inicio andante, el ritmo in crescendo, el clímax final. La mezcla de ironía y dramatismo sin estridencias, esa sonrisa escalofriada...

No me resulta fácil hablar de la sensación que me causó sin desvelar nada, y no lo haré. Ni siquiera habría que leer la contracubierta. Lo mejor es dejarse embeber, poco a poco. Y luego callar también.

Para maridar con: cualquiera que disfrute con una buena historia bien contada, con varias a la vez.

LOS LIBROS REPENTINOS. Pablo Gutiérrez

Un libro sobre libros, sí, pero solo en parte; no es metaliteratura sin más. Además del homenaje al poder de las palabras, al amor por las historias, esto es un buen bocado de una realidad muy cercana. El lenguaje expresivo y exacto que lleva al centro del escenario, te envuelve con él, y te conmueve sin melodrama. La vida cotidiana ya es lo bastante dura.

Reme es esa mujer que podríamos encontrarnos por la calle, su devenir en el suburbio es el de tantas gentes y, sin embargo, hay algo que trasciende lo vulgar y le da una dimensión homérica a las circunstancias en que se acaba moviendo. Algo que, aun sin simpatizar con ella, encandila. Y te convence.

Para maridar con: quienes no cierran los ojos ante el mundo y les gusta leerlo tal como es.

Notas de cata: Ana Bólox, Ángeles Doñate, Marcella Olschki, Cynthia Ozick, Grace Paley, Terry Pratchett.

Voy con retraso, lo sé, pero los vientos de marzo han sido agitados y ese fin de mes encabalgado con una Semana Santa de locura no me han dejado mucho margen para reposar este último cóctel de sabores que ha pasado por mis papilas lectoras. Superado el desorden de estos días, aquí traigo las impresiones de un marzo lleno de satisfacciones literarias y… bueno, sobre todo literarias.

ARACNE. LA MUERTE VIENE A CENAR. Ana Bolox.

Prosa cuidada, aire clásico en la narración y un sentido del humor sutil son las señas de estas dos novelas cortas cuyo nexo es el detective Carter, las primeras de una serie que promete buenos ratos. Carente de recovecos y efectos especiales, tiene ese toque de ligereza propio de la comedia británica que a mí me atrae sin remedio y sabe dotarse de la necesaria concisión para no rellenar páginas con detalles insustanciales que enmarañen la historia. Sólo están los personajes, esmerados: ese Charles Carter con un algo entrañable y la indomable Kate West, a quien me imagino desafiando al mismísimo Lord Peter Wimsey. Despertando una sonrisilla.

Para maridar con: quienes gusten de la novela policíaca a la usanza clásica.  

Notas de cata: Ana González Duque, Rohan O'Grady, Vita Sackville West, José C. Vales,

Más vale poco y bueno que mucho y malo o eso suele decirse. Sea como sea, este pasado mes he cumplido con la máxima en lo que a lecturas se refiere, lo cual resulta de lo más satisfactorio. He desempolvado un libro que ya era tiempo de leer, he descubierto otro de lo más delicioso (gracias, Mónica Serendipia), me he reencontrado con dos escritores que ya me habían gustado y ahora me han terminado de enamorar y he regresado a uno de mis libros “indelebles”, de esos que me marcaron para siempre (ExLibris, de Anne Fadiman, que ya comenté).

Estas han sido mis impresiones:


Hacía tiempo que no deambulaba por países imaginarios y, al iniciar este viaje, me di cuenta de que los echaba de menos, por eso recorrer esta Tierra Límite llena de magia y encanto me ha resultado de lo más gratificante. La creación de un nuevo mundo puede ser frágil como la cáscara de huevo, pero este ha eclosionado con éxito.

Capacidad inventiva, lenguaje preciso y ritmo fluido discurren como la corriente de un río que no cesa, sin remolinos que lo estorben ni fallas que sobresalten, para traernos una leyenda poblada por personajes que trascienden lo mágico para mostrar su lado más humano, con sus virtudes y sus debilidades, héroes de carne y hueso con los que es más fácil tratar. Una leyenda en la que, desprendiéndose de la vestidura mágica, se puede encontrar lo real.

Para maridar con: quienes se complacen en aventurarse dentro de los sueños y volar.  

Notas de cata: Louisa M Alcott, Leslie Jamison, Milan Kundera, Pilar Lou Martín, Fernando Roye.

Un comienzo de año variado y desigual en lo lector: desde el siglo XIX hasta la actualidad, de Europa a Estados Unidos, con una predominancia española que no suele ser habitual en mis lecturas. Esto último es bueno: explorar la tierra propia y probar sus frutos, hay mucho que degustar.  

UN CUENTO DE ENFERMERA. Louisa May Alcott

Un entretenimiento, principalmente, que tras varios coqueteos con lo folletinesco acaba por llevárselo a la cama para darse un revolcón con él. Con los estereotipos de los que partía –joven pobre y guapa trabajando para una familia rica pero infeliz, frente a un pariente de atractivo mefistofélico–, era fácil caer en ello. Lo mejor: su protagonista, una mujer fuerte a pesar de sus circunstancias, y retratada con realismo por la pluma a veces demasiado amable de Alcott. Lo peor: el tratamiento de los capítulos finales, que no el final (otro me hubiera defraudado demasiado). Hay una cierta tendencia a caer del lado sentimental y melodramático que, personalmente, ayuda a desinflar mi interés. ¿Me ha disgustado? No, pero me ha resultado insuficiente.

Para maridar con: quienes gusten de la novela de intriga con tintes góticos y románticos.  

EL ARMARIO DE LA GINEBRA. Leslie Jamison

No es el qué, es el cómo. Historias de alcoholismo hay muchas, eso no es original. Familias desestructuradas, secretos dolorosos, fracasos y traumas para atormentar. Vidas erráticas que buscan el hilo de Ariadna para salir de su laberinto. No es nuevo, no. Está ahí, formando parte de lo cotidiano. Pulsiones, compulsiones. Todos estamos hechos de ellas, todos guardamos migajas de frustración y búsquedas, a veces sin sentido, en nuestros bolsillos. Nos construimos con ello, o a pesar de ello, o por encima de ello. O nos destruimos. La vida no es justa, el mundo no es justo; nosotros tampoco somos justos. Pero hay que vivir o, al menos, existir. Manoteamos para no ahogarnos en medio de una existencia de la que no somos conscientes de haber escogido, en qué momento, por qué.

Ésta ha sido mi lectura del mes: este recuento de seres perdidos, de ataduras del pasado, de enigmas que se esconden de uno mismo. A veces dura, a veces lírica, a veces da un paso de más. Quizá porque había puesto muchas expectativas, al terminar sentí que le faltaba algo. Solo al cabo de los días me di cuenta de lo que era: mi objetividad. Así que la he recogido para ponerla en su lugar y, ahora, se ve más. Con toda su poesía de la realidad. Bella, oscura y dolorosa. 

Para maridar con: quienes no teman caminar por el lado amargo de la vida cotidiana.

Notas de cata: Magda Szabó, Silvia Márquez Comino, George Meredith, Don DeLillo,

Esquivo e irregular. Así ha sido mi diciembre. Entre letras y fuera de ellas. Con la concentración errando por alguna esquina oscura de difícil acceso. Incluso expresar mis impresiones por escrito se ha vuelto atropellado y la torpeza parece invadir todo lo que hago. Empieza a ser recurrente esta sensación, lo cual da un poco de miedo. Son fases, sólo fases, y estoy segura de que ésta ya está acabando y voy a volver a encontrar el ritmo. Seguro. Mientras, esto es lo poco que he leído el último mes. Contado sin garbo pero con la mejor intención.

LA PUERTA. Magda Szabó

Lectura lenta, pausada. Vestida de aristas que se hacen dolorosas. Generosa en sensaciones que vibran con cada frase. Conmociona más que conmueve. Respira en cada fragmento, tan viva como la historia que cuenta. Llega al alma como círculos concéntricos de agua. En progresión. Hasta envolverla. Hasta hacerse una con ella. Un placer de los que permanecen durante largo tiempo.

Para maridar con: Los que disfrutan con la narrativa contundente.

*Esta lectura se la debo a la recomendación de Marilú Cuentalibros en el reto Serendipia recomienda. No he completado el resto (lo siento, Mónica), pero espero cumplir la próxima vez.

Notas de cata: Djuna Barnes, Nina Berbérova, Stella Gibbons, Ana González Duque, Thomas Wolf.

Nuevo mes, nuevas lecturas, la misma sensación satisfecha a la hora de hacer el balance mensual. Diciembre se presenta más escaso y difícil; lo llevo arrastrándome, en más de un sentido, de ahí que haya tardado en presentar mis últimas impresiones. Espero que las próximas notas de cata no se retrasen tanto ni sean tan deficientes. Mientras tanto, os presento éstas:

LA PASIÓN Y OTROS RELATOS. Djuna Barnes

Valor seguro, Djuna Barnes es una escritora de lo más personal (y si queréis saber de ella, podéis hacerlo en el blog de Ana Blasfuemia). Los relatos de este pequeño volumen pertenecen al libro “El vertedero” y  en ellos encontramos una colección de personajes retratados con gran precisión. Son intensos, agudos y certeros. Porque la expresividad no requiere de muchas palabras: tan solo de las justas. Como nos enseña Barnes.  

ZÓIA ANDREIEVNA. Nina Berberova

En mi ya larga exploración de la literatura breve, encontré esta muestra de la obra de Berberova, una autora que desconocía y quisiera seguir disfrutando. Emoción contenida, dramatismo atemperado, acidez velada. Una historia que recoge, en pocas páginas, una vivisección de la condición humana. Un bocadito en la lengua, un fuerte sabor en el paladar. 

Notas de cata: Penelope Mortimer, Orhan Pamuk, Oscar Wilde, Fleur Jaeggy, Isaac Belmar, Evelyn Waugh, Nathalie Sarraute, Carlos Laredo

Este mes lector ha estado marcado por las lecturas breves pero de calidad. Entre todas ellas, tres relecturas: Waugh, a quien hace un tiempo tengo ganas de volver; Wilde, gracias al reto de Finales Felices de Seri, de El borde de la Realidad; y Mortimer, aunque en este caso fue una sorpresa la relectura. ¿Por qué? Por este despiste que llevo conmigo. Compré con expectación la reciente edición de Impedimenta, que me había enamorado al verla en el catálogo, y al añadirla a mi base de datos encontré otro título de la autora, “La torre”, que no recordaba. Es la misma novela, en una edición de Mondadori  del 96, que está en mi pequeña biblioteca desde hace trece años. En fin. Esta es mi cabeza y así es mi mundo. Y aquí tenéis mis notas de cata:

EL DEVORADOR DE CALABAZAS. Penelope Mortimer

Me apasiona el chocolate cuando es negro, con todo su amargor, lleno de sabores densos que te llenan el paladar. Lo mismo me ocurre con los libros y, cuando encuentro uno con esa misma intensidad, lo paladeo con cuidado. Como he hecho con éste. Porque cuenta mucho más de lo que dice. Porque está lleno de matices. Porque la ironía y la amargura se entrelazan de una manera tan íntima que a veces cuesta desanudarlas. Por la conciencia dual de la voz que nos habla. Por esa historia tan viva y real (muy real). Por esa protagonista que, a ratos, me levantaba ampollas. Por ese final que no voy a mencionar. Cacao al noventa por cien. Del mejor.

Para maridar con: lectores de paladar exigente que no busquen el azúcar de la vida.

Notas de cata: José Morand, M.C. Beaton, David Lodge, Yasmina Reza, Cees Nooteboom.

Septiembre comenzó a un ritmo desesperadamente lento en cuanto a lecturas, en parte por cuestiones de tiempo y en parte por falta de concentración, y aunque voy recobrando los buenos hábitos todavía no me siento del todo ubicada. Todo llegará. De momento, lo que llegó fue una canijilla a la familia que pretendo convertir, con el permiso de sus padres (o no), en una futura lectora con la que compartir charlas librescas. De lo leído, aquí dejo las catas:

DEVUÉLVEME MI NOCHE ROTA. José Morand

Aviso: no es una novela, no una novela al uso, cuando menos. Es un álbum de momentos, una discografía confesional, una memoria sinfónica. Una vida reconstruida a pedazos discontinuos a través del factor común de la música, fragmentaria también, incluso descabalada. Y es que lo único lineal de la vida es el tiempo, que discurre inexorable, pero los momentos se alborotan en las habitaciones de nuestra mente y salen a borbotones cuando se pulsa el interruptor adecuado. Aquí, la música es el interruptor: un disco, un tema, un intérprete; con cada uno se enciende una de las partes que conforman lo que ha sido, lo que ha llegado a ser. Directa. A veces dolorosa por la cercanía generacional y emocional de lo contado. Caí en la trampa de la identificación y, así, es difícil de despegarse de las notas sostenidas que, ya antes, estaban en mi cabeza. Que seguirán.

Para maridar con: coleccionistas de música y recuerdos, pesimistas existenciales y corazones nostálgicos.

Notas de cata: Rubén Angulo Alba, Marcela Olschki, Somerset Maugham, John Mortimer, Antonia Romero, Connie Willis.

La lectura es para mí una carrera de fondo pero, últimamente, parece haberse convertido en una de obstáculos. Llevo un tiempo con la concentración cayendo por el lado equivocado del territorio de la mente, ahí donde hay pendientes y barrancos de escarpaduras llenas de bordes filosos. Mi neurona funcional se está malacostumbrando a las abstracciones que me rozan y se alejan, dejándome como un niño al que se le escapa un globo y me hacen sentir, de algún modo, huérfana. Me ha costado un poco emprender la escalada de regreso; voy poco a poco, me fuerzo, aunque ya he reencontrado el tacto compañero de las palabras que hormiguean en las yemas de los dedos. Y aquí ando, un tanto renqueante pero ando, más o menos.

Durante este agosto atolondrado sólo he degustado unas pocas novelas cortas, muy cortas algunas, casi relatos (y este mes es aún peor, porque a estas alturas sólo he leído un libro y a trompicones). Estas son las catas resultantes:


LA ESCRITURA NECESARIA. Rubén Angulo Alba

Un combinado de licores diversos, sabor fuerte y algo seco: erotismo cotidiano y aroma de misterio. Entre medias, persistente, el toque amargo de la existencia. El argumento parte de ciertos estereotipos desarrollados de una forma personal: escritor viudo con un hijo pequeño se traslada a una nueva ciudad y, mientras se intenta centrar en la escritura y en su niño, se deja llevar por su atracción por las mujeres y una sombra misteriosa en la casa donde vive.  No es una novela redonda, es más bien tentacular, alargando un brazo por aquí y un pie que patea por allá, y en el interior de una historia en espiral hay algo promisorio, algo que susurra que aún queda mucho por dar.

Para maridar con: espíritus atrevidos que no temen aventurarse con el sabor de autores nuevos.  

Notas de cata: E.M. Delafield, Marguerite Duras, Mónica Gutiérrez, Iréne Némirovsky, Kate Atkinson, Jorge Franco, Terry Pratchett, Emily Dickinson.

Supongo que es lógico: si me hago con un puñado de buenos libros consigo un puñado de buenas lecturas. Eso he tenido este pasado mes. En diferentes estilos, también para iluminarme en diferentes momentos.

LA DAMA DE PROVINCIAS PROSPERA. E.M. Delafield


Esta vez, las peripecias de esta dama provinciana la llevan desde su devenir cotidiano en la campiña inglesa hasta el mundillo intelectual londinense, convertida en una aturullada escritora novel de repentino éxito. Con la mezcla de ingenuidad e ironía que da a su voz ese tono peculiar, alterna su faceta de esposa y madre con varios encuentros con el ambiente literario en una sucesión de situaciones dispares que provocan la risa en más de una ocasión. Una pieza chispeante que me deja con ganas de saborear una nueva entrega.


MODERATO CANTABILE. Marguerite Duras

Contenida, elíptica, intensa Duras. Pasión bullente entre cuatro paredes construidas con palabras. Historias que esconden otras historias que se resisten a salir, que se asoman apenas a una ventana cerrada, que se dejan ver al trasluz y evitan mirarte a los ojos. Soterradas, las emociones canturrean al compás del piano que va desgranando su melodía con el ritmo moderado de las manos inocentes de un niño. Una sonata tan breve como hermosa.  

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