Recuperar antiguas lecturas, esos autores olvidados, se está
convirtiendo en tónica recurrente en estos últimos tiempos pero no analizaré
las razones del sentimiento, incluso sentimentalismo, nostálgico que implica
esto. Digamos solamente que mi viaje por el territorio de los cuentos ayuda a
ello. Fruto de esta intensa actividad del plumero al desempolvar tantas páginas
de desigual memoria han regresado, con gran placer, viejos buenos momentos. Ahí
están, por ejemplo, Machado de Assis o Jane Bowles. Ésta, además, me ha hecho
recorrer de nuevo buena parte de su recuerdo. Del primero, sé que volveré a él
a no mucho tardar; se lo debo.
Mientras tanto, esto ha sido lo saboreado en este julio
pegajoso:
RETRATOS. Truman Capote.
La mano de Jane Bowles, amiga del escritor y una de las
“retratadas” me llevó de nuevo a este pequeño libro que reúne varias semblanzas
de personajes del mundo artístico de la época. Algunas de ellas se han hecho
célebres, como el largo y revelador encuentro con Marlon Brando (que le granjeó
la enemistad con éste) o el relato de la “adorable criatura” Marilyn Monroe,
quizá más por la fama de las figuras que por los méritos de Capote, que los
tiene.
Me gusta el modo en que traza los perfiles, haciéndolos
visibles con sus propias palabras, con la elocuencia de una escena o un
recuerdo. Me gusta la aguda brevedad de los apuntes de la parte final, escritos
para fotografías de Avedon (que estaría bien disfrutar). Me gusta su manera de
acercarse a lo que cuenta, con un toque de intimidad y, a veces, algo de
chismorreo. Me gusta ver desde su ángulo esas esquinitas mordidas del éxito,
con su patetismo y su oscuridad.
Llamadme morbosa, pero lo prefiero al lado rosa e irreal.
JANE BOWLES. Millicent Dillon
Se dice que conocer la vida de los autores puede servir para
entender mejor su obra y hay autores, de hecho, en los que vida y obra están
tan imbricados que es difícil, o casi imposible, separar ambas partes. No es
tanto que se trate necesariamente de una escritura confesional como de que sus
experiencias y emociones hayan marcado el rumbo de su literatura de forma
inequívoca. Jane Bowles es uno de esos casos y su vida puede leerse, casi, como
una novela.
Esta es una biografía meticulosa, que se apoya en los textos
no sólo de Jane, sino también de Paul, lo cual la llena de los claroscuros que
invadieron la vida de los Bowles. Recorrida por la admiración aunque sin caer
en lo hagiográfico, muestra lo mejor y lo peor de la escritora, poniendo en
evidencia todo lo que le quedó por contar, todo lo que podría haber contado si
hubiera querido.
Para maridar con: admiradores
de Jane Bowles, por supuesto, y de cualquier interesado en el lado oscuro de la
escritura.
LA MUERTE DE MONTAIGNE. Jorge Edwards.
Lectura inesperada, de las que llegan de mano ajena y se posan
en la tuya sin mediar tu voluntad. Mi próxima visita a Burdeos tuvo la culpa de
que un compañero se empeñara en prestarme el libro, para ambientarme; una culpa
amable que, a la postre, he de agradecer. Ágil, entretenido, evocador; el
preámbulo perfecto para las vacaciones.
Hay enredos políticos, anécdotas sabrosas y romances
adúlteros, ingredientes ideales para la épica, pero aunque Edwards lo llama
novela es difícil encasillarla en un género. En medio de una armazón histórica
de vigas gruesas, discurre por los caminos del ensayo, la biografía y la
memoria, con el resultado de una recreación muy personal de los últimos años de
la vida de Michel de Montaigne. Abierto a la digresión, siguiendo el camino del
pensador francés, va y viene por los datos históricos, por escenarios reales y
momentos imaginados, incluso por sus propios recuerdos, y encaja con precisión
cada una de las teselas que conforman un colorido mosaico final. Podría haber
elegido la forma de lectura, quizá, pero la satisfacción al terminar hubiera
sido la misma.
Para maridar con: interesados
en la historia, en las humanidades, en pasar un rato ameno, en pensar, en
vivir…
EL REY LOMBRIZ. Sonia Escolano.
El lado amargo de la vida servido a pellizcos, en forma de
tragicomedia. De lectura ágil, la línea narrativa vertebrada con la alternancia
de elipsis y golpes visuales, encontré el fondo interesante; la forma me dejó
perpleja.
Por esta novela, que también puede tomarse como una suma de
relatos, pulula un plantel de personajes marginales, absurdos, tiernos, rudos, inocentes,
retorcidos, patéticos. Todos ellos, todas las pequeñas historias, convergen en
un hombre con la mente de un niño, que a veces es la perspectiva desde la que
se mira y a veces el objeto mirado. Es quizá esa discordancia de la visión, esa
vacilación en la voz de fondo la que desconcierta, como encontrarte en el fondo
de un vaso sin tener claro en qué lado del cristal estás.
Para maridar con: los
dispuestos a atravesar los huecos roídos por la realidad.
LA LÁMPARA MARAVILLOSA. William Ospina.
La luz que mejor nos ilumina el camino es la que llevamos
dentro, esa chispa que el pensar enciende y nos lleva por los vericuetos de la
vida. La luz del discernimiento y, también, la de la imaginación, que nos conceden
los dones del aprendizaje, del albedrío y del placer. Con ellos nos armamos
para la lucha cotidiana.
Este pequeño gran libro lo comprende todo. Los breves
ensayos que lo componen trazan una forma de pensamiento, una ética de la
educación y el crecimiento, una hoja de ruta para avanzar por el compromiso con
la vida y sus encrucijadas, en una exploración de la forma del lenguaje, el
expreso y el que subyace en nuestra interacción con el entorno. Con claridad y
en un tono que es tan directo como sugerente, intenso. Pero esto es, en
realidad, la segunda parte de la historia…
La primera es el regalo espléndido de la lectura, esa otra
conjugación de los niveles del lenguaje: un recorrido por la maravilla de ese
mundo que se toca y no se toca, que enseña y enriquece, y deja esa huella
tantas veces indeleble. La expresividad se tiñe de lírica, la convicción
arrastra y la lámpara deslumbra con su lustre tan vivo. Se lee, se relee y se
vuelve a leer (algunos incluso subrayamos). Tan sólo un pero le pongo: en lugar
de entusiasta inicio, habría sido un colofón arrollador.
Para maridar con:
cualquier alma hambrienta de pensar, de saber, de vivir.
CUANDO TE ENVUELVAN LAS LLAMAS. David Sedaris.
Un poco de realidad y otro poco de ficción, según dicen,
convenientemente mezclado, da buenos resultados a la hora de convencer al
lector. En este caso no sé cuánto hay de ficción pero sí que hay una buena
parte de la realidad del propio Sedaris, aderezada con la pimienta del buen
humor, que a mí me ha dejado un estupendo sabor de boca.
Me he reído, sí, y mucho, aunque en cada una de estas
pequeñas confesiones que hace estallar cualquier sentido del ridículo hay
bastante más guardado. Es como si toda esa realidad tamizada por el sarcasmo se
expresara para aligerar su peso. Como ese relato que deja en la lengua el sabor
del miedo del joven homosexual acosado por el conductor. O el de la relación ambivalente
con la anciana vecina más extravagante que él. Humorístico y con toques
agridulces, es una lectura de sonrisa torcida en cada final.
Para maridar con:
quienes aprecien el humor de lo cotidiano y de lo absurdo, de lo loco y de lo
cruel.
UNA VIDA ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSA. Enrique Vila-Matas.
Recopilación de ensayos, artículos y conferencias que son
también, en ese estilo propio de Vila-Matas, fragmentos de su propia
experiencia. No ha sido una lectura rápida (es decir, que no se ha concentrado
en unos días) pero no por cuestión de densidad, sino porque merece la pena demorarse
en ellos, paladearlos, dialogar.
Aquí un filo de ironía, ahí la sugerencia de un sueño. Corrientes
que se mezclan, que vienen a distintas velocidades y al unirse remolonean para
que metas la mano y te empapes de ellas; algunas fluyen, otras son ondas
concéntricas. Es mejor dejar que te cale poco a poco, sin la prisa que
quebranta el simple acto de observar. Luego, quizá, como yo, termine uno por
entregarse sin reservas.
Para maridar con: lectores
de literatura sobre literatura, por la literatura, para la literatura…
¡Felices lecturas veraniegas!
Capote, Sedaris, Ospina, Vila-Matas... Un poquito de todo para este mes y todas lecturas que enriquecen. Tengo que leer "El año sin verano" de Ospina, mira que me lo has dicho, a ver si me pongo las pilas. Por cierto, el de Capote, genial y malvado, y a Sedaris le leí en "Crónicas desde Santaland" y me reí. Bss
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