Jornada XXV: El peso de la
infelicidad.
Al mirar fotografías
de Carson McCullers tengo siempre la sensación del peso de su mirada, una
mirada en la que, aun apareciendo sonriente, lleva consigo una carga de
infelicidad. Quizá por eso en sus novelas y cuentos supo retratar tan bien la
insatisfacción de las almas hambrientas y magulladas.
Sus personajes tienen
también esa mirada famélica de amor, de reconocimiento, de algo que a veces ni
ellos mismos saben qué es, y uno casi se contagia de su desamparo cuando los
acompaña. Porque infelicidad no es lo mismo que tristeza sino, más bien, la
incapacidad para ser feliz o para creer que se pudiera serlo. Una barrera que,
a veces, pone nuestra propia conciencia. Una inercia contra la que cuesta
luchar.
Muchos de los
protagonistas de los cuentos de McCullers están en la edad en que el hambre
parece imposible de saciar y manotean en medio de la desesperanza, o contra
ella. Como la joven Constance, con sus pulmones enfermos y su inquieto corazón.
Esta Constance que tiene algo de autobiográfica. Constance mirando al cielo e
intentando respirar.
EL ALIENTO DEL
CIELO. Carson McCullers
El cielo es en
cierto modo una forma de la nada y, como todo lo que está vacío, es capaz de
reflejar lo que nuestra mirada pone en él. Unos ojos, una expresión, una
necesidad desesperada o, simplemente, el color del dolor. Y el dolor de
Constance es de un azul intenso, nítido y de tacto desapasionado; como el
cielo, como los ojos de su madre.
Leemos el
sufrimiento de Constance en dos niveles paralelos: el físico que acusa su
enfermedad y el interior, el que guarda en silencio; pero se entrelazan de una
forma tan estrecha que no pueden separarse. Tan en su sitio cada línea y cada
punto del trenzado. Tan revelador. Hay toda una historia sugerida que adivinar,
y nos va dando las pistas para que la interpretemos.
El antagonismo
aparente y el real, los actores y el atrezzo, cada pequeño detalle y
comentario. Todo tiene su significado. Sencilla, sin amaneramientos. La emoción
bien envuelta, latiendo fuerte por dentro.
Este cuento se
recoge en la antología “¿Quién ha visto el viento?”, editada por Seix Barral en
su colección de bolsillo Austral en 2013, con traducción de José Luis López
Muñoz y María Campuzano.
Y también en el
volumen de la colección Formentor (2007), al que dio título, y además de sus
cuentos reunía también sus novelas cortas.
De la risa a la infelicidad y, ahora, ¿dónde haré la próxima parada?
Muy triste, de verdad. Y las últimas palabras... Creo que tanta tristeza e incapacidad de ser feliz requieren su momento. Besos
ResponderEliminarCreo que este libro necesita de paz y fuerza para saborearlo como se merece. Después de leerte hoy, no puedo dejarlo de lado, pero necesito dejarlo aparcado para mejores momentos. Lo anoto. Abrazos.
ResponderEliminarLa verdad es que después de tanto tiempo sin leer, no me apetece algo así. Primero acabo el que tengo pendiente y luego ya veré por dónde sigo. Tengo tanto...
ResponderEliminarBesos.
Creo recordar que habías comentado este libro así en conjunto ¿no? McCullers y Djuna Barnes son dos autoras que tengo pendiente de releer. Conozco tan bien las sensaciones que transmite McCullers que estoy segura que no me va a resultar difícil adivinar...
ResponderEliminarUn abrazo
Agniezska: A veces el estado de ánimo no acompaña a la lectura, no, y también hay veces en que tendemos a una especie de masoquismo y, cuando la tristeza nos acucia, caemos en lecturas oscuras... ¡para que nos entiendan, ay!
ResponderEliminarMarisa: Merece la pena y no es tan deprimente como pudiera parecer... solo un poco. Es la mirada de McCullers, ¡pero lo cuenta tan bien!
Lady Aliena: Si yo te contara... pilas y pilas de libros por leer y a veces ni sé por dónde empezar, y aun así la lista de "legibles" aumenta día a día. Qué vicio más grande.
Ana Blasfuemia: Sí, lo comenté en su conjunto a propósito de vuestro reto de Escritoras Únicas :-)) McCullers es una de mis autoras de fondo de biblioteca, un valor seguro, y de tanto en tanto vuelvo a ella. Barnes... también la releí el pasado año. Algún día volveré a ponerme con "El bosque de la noche", porque hace lustros que lo leí y quizá debiera hacerlo con otros ojos.
Gracias por vuestra visita. Besucos.