Jornadas XXI a XXIII: Amar
en tiempos victorianos.
Fue tan largo el periodo
en que la reina Victoria ocupó el trono británico que en él caben varios
capítulos de historia y, en lo literario, la lista de escritores y sus
diferentes estilos es lo bastante prolija para satisfacer gustos muy diversos.
La antología “Cuentos
de amor victorianos” recoge veintidós relatos de otros tantos autores unidos
por el tema del amor, o por una cierta noción del amor que se desarrolla de
distintas maneras. Veintidós, nada más y nada menos. Para pasar una temporada
disfrutando de su visita, entretenidos con las vistas largo rato .
En esta ocasión, he vuelto
a pasear junto a tres de ellos cuyo nexo común es enfrentarse al amor no
correspondido: la forma en que se encare puede marcar el destino.
EL AUXILIAR DE LA
PARROQUIA. Charles Dickens.
Si algo me gusta de
Dickens es su capacidad para aunar el sentido de lo patético y el del humor a
la hora de presentar a sus personajes, como este Nathaniel Pipkin: desde el
físico hasta su comportamiento, pasando por el nombre, el nítido dibujo que
hace tiene visos de caricatura.
«Pero el amor es ciego, y Nathaniel era bizco;
y es posible que la suma de esas dos circunstancias le impidiese ver las cosas
como son».
Todo el cuento puede
verse como una caricatura, en realidad, una burla amable que evita la tonalidad
sensiblera al contar. Centrada en su protagonista, con los actores secundarios
algo desdibujados, consigue que un previsible desengaño amoroso nos arranque
una sonrisa. Las cosas son como son; lo que importa es la forma en que se toman
cuando vienen.
LA FLOR DEL
MEMBRILLO. Henry Harland.
Condensación. Así
denominaría a la mayor virtud de los buenos cuentos. Condensar un sentimiento o
toda una vida en un solo momento, un solo acto.
El sentido de una
vida y una muerte contenido en cuatro brevísimas partes de las que el
protagonista no es, en realidad, el amor sino el silencio. Ese silencio que
atrapa y condena y sella el destino de los temerosos.
«“Vivir es arriesgarse a cometer errores”,
pensó. Era una frase que había leído en algún libro unos días antes; entonces
había sonreído al verla; ahora resonaba en sus oídos como la voz de un diablo
burlón».
Quien no se arriesga
no comete errores pero, probablemente, tampoco vive, puede darse a entender. El
no atreverse marca tanto como el equivocarse, y quizá más. Como nos cuentan los
cuatro actos de esta pieza, cuidadosamente envuelta, que comienza con la cortés
visita de un recuerdo y terminan con la revelación de un secreto. Y de una
enseñanza: también la falta de actos tiene consecuencias.
EL CORTEJO DE
ANTHONY GARSTIN. Hubert Crackanthorpe.
O: La constancia de
un hombre enamorado*. Aquí el único silencio es el propio de la fortaleza que
no se amilana, la de la pasión contenida y la generosidad más absoluta;
ingredientes todos de lo que conocemos como amor.
El recio, estoico
Anthony Garstin es un personaje que parece salir de entre las páginas, tanta es
su solidez; un hombre bueno y a la vez humano. No me gusta comparar, pero me ha
recordado a algunos personajes de Hardy, igual que el ambiente que rodea toda
la historia. De hecho, la sensación de drama soterrado que no llega a
desencadenarse se mantiene hasta el final y allí se queda, agazapada como un
presagio.
«Estoy tan profundamente enamorado de usted
que no puedo sentir celos», dice Anthony. Una declaración que es la semilla perfecta para
desarrollar esta historia; una declaración que queda ahí plantada, en la puerta
entreabierta de las última escenas, para evocar la historia que puede haber más
allá. Un acierto deslumbrante.
*El segundo título no es real sino una
acotación personal.
Esta edición de los “Cuentos de amor victorianos”, de Alba, es la de
bolsillo de 2006.
La selección y
traducción de los cuentos es de Marta Solís, excepto el correspondiente a R.L.
Stevenson, que tradujo Susana Badiola.
La lista de
escritores elegidos contiene nombres tan grandes (Elizabeth Gaskell, Thomas
Hardy, Henry James, Oscar Wilde, Wilkie Collins, Joseph Conrad…) que,
probablemente, regresaré a ella a lo largo de este viaje.
Me encanta ese libro! Disfruté mucho de su lectura.
ResponderEliminarBesos
Una colección más que interesante, por lo que veo. Gracias por la presentación porque no la conocía. Besos
ResponderEliminar"Vivir es arriesgarse a cometer errores", me encanta, podría convertirlo en un lema. Últimamente me repito mucho esa idea aunque con otras palabras.
ResponderEliminarTambién muy graciosa la cita de Dickens. Hace poco que leí por primera vez al escritor y sí que me gustó el humor, un poco caricaturesco a veces, que introduce en sus textos.
Parece una buena recomendación.
Besos.
Yo también, ya lo ves, Ginger :-))
ResponderEliminarMe alegra habértela presentado, Agniezska ;-D
Son relatos distintos, Caminante. Distintas formas de ver y contar el amor, o algo parecido.
Menuda colección, qué lujo, qué maravilla. Éste ya lo conocía, y además la edición es preciosa, como es habitual en Alba.
ResponderEliminarPD: y Dickens es genial, siempre.
Ángeles: Es un gran libro, pequeñas muestras de grandes autores que, además, puede servir para empezar a conocerlos a quien no los conozca ya. La verdad es que yo tengo la edición en bolsillo, la primera (acaba de salir una nueva).
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