Jornadas XXXV - XXXVI:
Desde una especial perspectiva.
Es preciso mirar
desde el lado adecuado para tener las mejores vistas, que no siempre son las
más bellas o las más amplias, sino esas que dan a los objetos un sesgo
peculiar, quizá incluso defectuoso, que alcanza a resaltar matices que, de otro
modo, quedarían desenfocados. Es como ver a través de un cristal roto con sus
grietas, sus esquirlas y sus prismas, y esa solidez fragmentada que puedes
intentar tocar a través de un agujero, aunque lo más probable es que te cortes
al hacerlo. Y es que el romper la distancia necesaria distorsiona la percepción
de los objetos.
Hay un ángulo de
visión óptimo, si bien no es el mismo para cada ojo y no siempre, no todos,
somos capaces de mirar desde allí y captar la sutileza de esos matices, y mucho
menos de describirlos o recrearlos. Algunos afortunados (o desdichados) han
recibido el don (o la maldición) de saber situarse en el punto exacto para ver
la forma tras la forma y reproducirla después. Sienten la luz en la piel, y la
recogen, y en cierto modo la reflejan, y la usan para pintar con los dedos del
pensamiento sobre un lienzo que rara vez está en blanco, pues casi siempre hay
un vago vestigio, la huella de una sombra.
La literatura es una
especie de pentimento multitudinario, un lienzo donde todos han ido dando sus
pinceladas y, con ellas, han cubierto otras anteriores, o simultáneas, o
incluso posteriores porque allí el tiempo discurre de manera desigual,
errática. Imágenes superpuestas y múltiples miradas que a veces discurren en
paralelo, o confluyen, o se pierden en el vacío. Y hay quienes, con
deliberación o no, coincidieron al elegir el ángulo de visión (aunque nunca
será el mismo, en realidad, pues dos cuerpos no pueden ocupar un solo espacio).
Miradas coincidentes
o muy aproximadas, como las de Eudora
Welty y Truman Capote en algunos
de sus cuentos: en «Por
qué vivo en la Oficina de Correos» y «Mi
versión del asunto», por ejemplo.
Es fácil que al
leerlos, dada su semejanza, uno se pregunte cuál se escribió primero: el
caballo de Welty corrió antes y su carrera, además, fue más limpia. Probablemente
Capote se dejó llevar por su estela. No es que cuenten la misma historia, pero
comparten la manera de mirar y el envoltorio irónico al contar. Y el tema de
fondo, al fin y al cabo: la especial perspectiva que tienen del mundo sus
personajes.
Ambas están narradas
en primera persona por sus protagonistas, de un carácter que podría calificarse,
siendo amable, de extravagante. Una mujer que ve trastocada su rutina por el
regreso de la hermana que (según ella dice) le quitó el novio y, tras haberse
separado, vuelve para poner a toda la familia de su parte. Un adolescente que
se casa sin pensar y va a vivir con la familia de la mujer, que no solo no lo
acepta sino que pone a la chica en su contra.
Muy dramático,
aparentemente, pero una y otra se convierten en tragicomedias de tono grotesco,
de un cinismo delirante y un trasfondo lo bastante serio para notar el peso por
detrás de la sonrisa amarga. La escalada de encontronazos entre la protagonista
de Welty y sus familiares, en un quién-da-más de cotidianas venganzas. La
enloquecida pelea mantenida por el protagonista de Capote y su familia política.
Más de un gramo de locura.
Las voces son
distintas y eso se nota. La de Welty está más pulida, la de Capote es más
provocadora (la publicó a los veintiún años). Pero tienen en común esa aguda
percepción de lo absurdo. Y la contención de la brevedad. Y ese vívido toque de
luz en sus pinceladas.
Los cuentos aparecen en los volúmenes
«Una cortina de follaje». Eudora Welty.
Editorial Anagrama, 1982.
Traducción: J.M. Álvarez Flórez y Ángela
Pérez
Con prólogo de
Katherine Anne Porter.
«Cuentos
completos».
Truman Capote.
Editorial Anagrama, 2013.
Traducción: J.M. Álvarez Flórez, Paula
Brines,
Benito Gómez Ibáñez, Enrique Murillo,
Ángela Pérez, Juan Villoro, Jaime Zulaika.
Con prólogo de Reynolds
Price.
Que dos libros más apetecibles, con lo que me gusta a mí Anagrama! sin duda me compraría el de Capote, que tengo una espcie de obsesión con la manera de escritir de este hombre. Me encanta.
ResponderEliminar¡Ay! Pensaba que ya te seguía, y me he dado cuenta de que no.
ResponderEliminarya estoy por aquí, iré indagando en tu blog.
Besos.
Con esta presentación tan impecable, ¿cómo negarse? anotados quedan. besotes!
ResponderEliminarNadie dijo que fuera fácil mirar. De hecho ¿te das cuenta de lo poco que realmente se mira? Asi que si hablamos de sutilezas y matices ni te cuento. He leído menos a Welty y más a Capote, pero me ha atrapado esa idea de que tuvieran la misma forma de mirar.
ResponderEliminarA la saca (bah, no te engaño: hay autores que siempre están en la saca)
Un abrazo
Abbey: Capote es muy peculiar y a mí también me gusta, a pesar de sus irregularidades. A veces tiene destellos increíbles. Welty es... es una cuentista sensacional, como poco.
ResponderEliminarBuscando: Bienvenida y espero que te sientas cómoda.
Meg: Creo que se nota cuando me dejo llevar por la fascinación, ¿verdad? O cuando consigo sacar un poquito más de tiempo, ja, ja...
Ana: No sé si es fácil o difícil, quizá solo sea que no sabemos prescindir de filtros y de obstáculos, que nos desviamos en el ángulo o... quién sabe. Mirar es, en realidad, algo muy personal. Y Welty, a todas estas, es mucha Welty.
Gracias por vuestra visita (a pesar de mis ausencias) y un besazo
La mirada provocativa de Capote me interesa menos en este momento pero el relato de Welty seguro lo disfruto.
ResponderEliminarBesines,
PD. Acabo de conocer gracias a ti el término 'pentimento'. ;)