Jornadas XXXII -
XXXIV: Cuando la sangre sabía a miedo.
Cuando un vestido se
te pasa de moda pero está aún en tan buen estado que es una pena deshacerte de
él, siempre habrá quien te aconseje que lo guardes, porque las modas son
recurrentes y en algún momento se volverá a llevar. Puede ser tu madre, una
amiga o esa parte de ti que no sabe practicar el arte del desapego material. Por
lo general el tiempo les da la razón, aunque suele matizar ese regreso al
pasado con detalles que marcan la diferencia entre lo nuevo al estilo antiguo y
lo inequívocamente viejo. Ese momento en que, en lugar de un estiloso personaje
de película clásica, pareces el fantasma de tu propia abuela.
También en lo
literario se dan las modas que van y vienen y, después de un par de vueltas a
la manzana de los caprichos del mercado, se hacen unos cortes al bies para
reaparecer con una caída de hombros distinta. Temas y géneros que parecieron
olvidados en el fondo de los cajones se rescatan, se retocan y se recolocan en el
escaparate como si fueran nuevos (aunque a veces la tijera y la aguja se
manejen con poca destreza). Y, voilá,
aquí está la antigua idea en su envoltorio moderno.
Si hay algo que
nunca cierra la puerta al salir es esa variedad de formas que cobra nuestro
lado oscuro, ese ancestral sabor a sangre. Hay todo un universo mítico girando
a su alrededor y una de las criaturas que de allí emergen para turbarnos es el
vampiro. Los vampiros nos acompañan desde tiempos antiguos y, como a nosotros,
el paso de los siglos ha ido cambiando sus habilidades, sus costumbres e
incluso su naturaleza.
Los vampiros
modernos no sólo toman sino que dan, no sólo seducen sino que ellos mismos se
enamoran y, lo que parecía imposible, llegan al extremo de renunciar a su
condición para recuperar o adquirir humanidad. Si sus antepasados pudieran
levantar la cabeza (la mayoría la perdieron después de ensartarles una estaca y
antes de churrascarse en una pira), gritarían de desesperación. Y dirían esas
palabras que todos hemos oído a nuestros abuelos: “En nuestros tiempos esto no
pasaba. Si se nos hubiera ocurrido portarnos como esos papanatas nos hubieran
dado de bofetadas”. Porque en aquella época dorada del vampirismo, cuando la
sangre tenía un regusto a simbolismo y pesadilla, una señal indeleble los
marcaba: el miedo.
De aquel reinado clásico del vampiro de instintos primordiales
surgieron historias cuya intención era hacer temblar al oyente o al lector,
historias como las que recoge la magnífica selección que hizo Siruela, hace ya
unos años. Algunas tan conocidas como “El vampiro” de Polidori, hija de aquella
famosa noche junto al lago Leman, “Berenice” de Poe o “Carmilla” de Le Fanu. Otras
en forma de poema, como “La novia de Corinto” de Goethe y “Las metamorfosis del
vampiro” de Baudelaire. Y todas ellas tienen en común esa visión sin contaminar del monstruo y de nuestro primigenio temor a lo que hay más allá de la muerte.
VAMPIRISMO. E.T.A. Hoffmann.
En un recurso
habitual, una conversación entre varios amigos sirve de introducción a la
narración por parte de uno de una anécdota sobre el trágico matrimonio de un
noble alemán, que desembocó en una locura de sangre y muerte. Esa charla
introductoria resulta de lo más interesante por su recorrido por el mito
vampírico, que incluye la mención a Byron y la atribución (errónea) que se le
hizo del relato de Polidori. Corte clásico, talante romántico y lectura que se
desliza rápida hacia la conclusión.
PUES LA SANGRE ES LA
VIDA. Francis Marion Crawford.
Una torre en un
pequeño pueblo calabrés es el evocador lugar donde el narrador cuenta a un
amigo, un artista escandinavo, una leyenda local de amores truncados, crimen y
vida más allá de la muerte… Una leyenda que se torna tan cercana como para
rozarles con los dedos. Sugestiva, envolvente, dibujada con cuidado; una pieza
delicada.
LA HABITACIÓN DE LA
TORRE. E.F. Benson
No sólo los
monstruos de la mente, o los de ahí fuera, nos llenan de aprensión; también lo
hacen los lugares donde habitan las sombras. Como esta habitación en una torre
que el protagonista de la historia sólo conoce por sus sueños. De irreal a
real, desde el principio se tiñe de la inquietante atmósfera de lo ominoso hasta
envolverse por completo en ella. Muy alejado del humor cínico desplegado en sus
comedias ligeras, Benson juega hábilmente con la tensión que mezcla de realidad
y sueño.
VAMPIROS
Varios
autores.
Edición y prólogo de Jacobo Siruela.
Traducciones de
Miguel Sáez, Francisco Torres Oliver, Celia y Rafael Lupiani,
Luis Alberto de
Cuenca y José Antonio Molina Foix.
Ediciones Siruela,
1992.
Me alegra saber que no soy la única que le da por lo sangriento. Besos
ResponderEliminarNoooo, tengo un lado oscuro , je, je...
Eliminar