Mis últimas excursiones por los clásicos me han llevado un poco más atrás en el tiempo, esta vez, concretamente a la literatura isabelina. He de confesar que han sido las lecturas en grupo de Pratchett las que me han hecho volver a él, dadas las referencias que hay en algunos de los libros que he compartido últimamente. Otro mes muy productivo en lecturas, desde luego.
EL REY LEAR. William Shakespeare.
No había vuelto a leer esta tragedia
histórica desde mi adolescencia, por lo que en cierto modo ha resultado nueva.
Mi perspectiva actual ve caprichoso el genio del rey, transformado a momentos
en poco más que un bufón, y a Cordelia como una comparsa cuya bondad resulta
demasiado blanda. Sigo prefiriendo las comedias, sin duda alguna.
HANSHICHI. Okamoto Kîdo
Curiosa colección de relatos policíacos decimonónicos de la cultura japonesa en los que el misterio se tiñe de tintes sobrenaturales. Desde nuestra perspectiva actual –e incluso comparándolos con sus contemporáneos británicos de Sherlock Holmes– pueden resultar algo ingenuos, pero no dejan de ser entretenidos. Merece la pena leerlos y dar una vuelta por el Tokio del siglo XIX.
UN PARAÍSO INALCANZABLE. John Mortimer
Como amante de la literatura británica
y de la ironía aguda, me lancé a esta novela con el buen recuerdo de las piezas
de Evelyn Waugh, llega de ganas de disfrutar: cumplió con creces el objetivo.
Inteligente y sutil, despliega con elegancia la crítica social, política y,
después de todo, humana a lo largo de cuatrocientas páginas que recorren
ágilmente la historia inglesa de finales del siglo XX en el escenario propio de
la burguesía rural de la época. Los personajes, llenos de aristas y sombras,
son tan reales que, una vez terminado el libro, les echaba de menos. Ahora espero
con impaciencia la publicación del resto de la saga para seguir disfrutando.
EL MES MÁS CRUEL. Pilar Adón
Un aura inquietante rodea los cuentos
que componen este libro, lírica –de hecho, al final de cada relato hay un
poema– y mágica. De una hermosura distante, llenos de claroscuros y
ambigüedades, se deslizan con paso fantasmal para tocarte por sorpresa, casi
con un escalofrío y requieren una lectura con ojos, mente, alma; incluso con la
piel.
AMOR Y BASURA. Ivan Klíma
Esta historia de amor y desencanto me
desconcertó, al principio, por el escenario en que transcurre: el día a día de
un grupo de basureros, uno de los cuales es un escritor. Después me atrapó esa
sensación de extrañeza, guiada por una buena prosa, de tal modo que aprecié los
equilibrios para mantener la trama. Fueron los personajes quienes no me
terminaron de cuajar, o más bien los protagonistas, sujetos a actitudes
extravagantes que no me convencían, quizá por prejuicios personales; las
subtramas de los basureros me entretuvieron más que las desventuras del
protagonista literato. Buena novela pero, para mí, algo insuficiente.
LA TEMPESTAD. William Shakespeare
Más de veinte años después de mi
primera lectura (aunque no la única), he vuelto a la que he considerado mucho
tiempo mi favorita entre las obras del bardo. No me ha defraudado la memoria.
La lucha –maniquea, es cierto, pero recurrente– entre el bien y el mal, entre
la venganza y el perdón, personificada en el sabio Próspero, en el espíritu
Ariel y el monstruoso Calibán. Fantasía simbólica arropando una comedia cuyo
encanto no se desgasta.
DE MUJERES CON HOMBRES. Richard Ford
Tres relatos largos sobre el amor, o
algo parecido, que diseccionan el corazón de las relaciones de pareja. Como en
la novela de Klíma, el hálito de cobardía de los hombres protagonistas me
causaba un fastidio puramente personal, pero la escritura es lo suficientemente
hábil para hacerme olvidarlo. Me pareció que iba de menos a más, en intensidad
y hondura. La última historia, Occidentales, tiene un algo
desgarrador que me dejó conmovida.
HOMBRES DE ARMAS. Terry Pratchett
Continuando con mi maratón “pratchettiano”,
me dejé envolver por esta nueva aventura de las fuerzas del orden del
Mundodisco y sus delirantes casos. Como en las anteriores entregas, la risa
animó esta versión satírica de las intrigas políticas contaminadas por el
fanatismo y los intereses creados. No soy objetiva, lo sé, porque no me canso
de los diálogos desquiciados, los personajes estrafalarios y las tramas
enrevesadas que terminan por encajar de un golpe seco. Qué le voy a hacer; soy
fan declarada de Sam Vimes y del patricio Vetinari para siempre jamás.
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