Otra cuestión es hacer malabares
con los libros. No de forma literal, claro está; sólo me faltaba verme con tres
o cuatro libros entre las manos (para empezar, no sé cómo los sujetaría) y
lanzarlos al aire para empujarlos a volar como si las páginas fueran alas. Se
estrellarían en el suelo con toda seguridad. Y odio hacerle daño a un libro. Sé
que le oiría quejarse y el remordimiento no me dejaría dormir. Es más un tema
de logística lectora o, sin paños calientes, organizarme mejor.
Quizá peco en ocasiones de
optimismo, porque estoy acostumbrada a leer con cierta rapidez y se me olvida
que no todos los libros conllevan el mismo ritmo o que no siempre tengo el
mismo ánimo cuando me pongo con ellos. Ha habido relecturas que me han llevado
el doble de tiempo que el primer contacto por detenerme más en los detalles,
deleitarme en párrafos o capítulos enteros que me gustaron en especial o,
simplemente, porque me pillan en días de ajetreo o de cansancio. Libros contra los
que he tenido que pelearme para poder llegar al final. Otros que, a pesar de su
extensión, te arrastraban a un ritmo vertiginoso hasta acabarlos mucho antes de
lo previsto. No siempre se puede predecir la duración. En esos momentos la
relatividad del tiempo te engulle, los libros se convierten en agujeros negros
y te dejas llevar, sin mirar el reloj ni el calendario, hasta que la realidad
te da un capirotazo en el cogote para sacarte de esa espiral de estrellas
brillantes. A veces, algunas de esas lecturas tropiezan unas con otras en la
misma línea temporal. Y entonces tu confianza estalla como una enana blanca.
Oh, desastre.
Los cálculos han fallado. La
órbita de las lecturas ha sufrido una variación y trescientas páginas ya no
equivalen a tres días de transporte público. Sólo te queda prepararte para el
impacto o arreglártelas para pilotar los libros en paralelo. Allá vamos. Directos al hiperespacio. A la
velocidad de la oscuridad.*
Ah, pues al final no ha sido para
tanto. Lo que tomé por cataclismo se ha quedado en pequeño inconveniente no tan
difícil de sobrellevar. Por esta vez. En la siguiente, quién sabe. No sería de
extrañar que, en algún momento, Catherine Morland saliera disparada, en uno de
sus alardes de imaginación, en una nave estelar como segundo de a bordo del
Comandante Miles Vorkosigan, para pergeñar entre los dos mil y una intrigas
conspiratorias con que entretener cada noche al sultán a cambio del caldero de
la sabiduría de Cerridwen…
* Pratchett dixit: «No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando».
Qué grande es Pratchett =)
ResponderEliminarLa verdad es que yo suelo leer de 2 a 4 libros a la vez... suelo elegir diferentes géneros para no liarme jajaja pero una acaba acostumbrándose =)
Besotes
¡Cuatro! Admirable malabarismo, muchacha ;)
ResponderEliminarLo de dos es normal, lo de tres de vez en cuando pero cuatro... cielos, eso es lo que me llevó a este pequeño desvarío. No espero repetirlo a menudo, guapa. :) :)
Un besazo.
Wow! que enorme capacidad para leer, yo aun no puedo avanzar mas rapido, o leer mas de 2 sin que me confunda.
ResponderEliminarTienes unos habitos de lectura muy interesantes y tu manera de relatarlo es hermosa :)
Te invito a que visites mi blog http://withmylovedbook.blogspot.mx/ :3