Jornadas XLI - XLII: De vuelta al sur
Se piensa en mi tierra que el viento del sur trae aires desequilibrados
que alteran el comportamiento y, cuando viene con fuerza, hasta el nivel de
suicidios se eleva. No sé hasta qué punto será cierto, pero hay un sur en donde
no me extrañaría que nacieran esos vientos de locura, no siempre pasajera, o
quizá otros igual de perturbadores. Un sur que alberga historias inquietantes y
personajes grotescos, y voces igual de peculiares capaces de acercarnos a
ellos. Un sur lejano, a veces demasiado extraño a nuestros ojos, pero capaz de
atraernos hacia su oscuridad. Un sur evocado a través de películas y
narraciones que, a menudo, se llenan con la tonalidad del desasosiego. Ese sur
que suele seducirme y al que ya he viajado antes, muchas veces, y al que no me
canso de volver.
Este regreso al sur ha estado marcado por la soledad, una soledad que
no por ser compartida muerde menos, probablemente incluso lo hace más, y por la
alienación propios de los personajes de O’Connor y Faulkner, que siempre tienen
un algo de marginales. Son seres formados con la materia más oscura de la tierra
a la que se aferran y enfrentados al mundo con sus emociones incompletas y a
veces demoledoras.
Estructuralmente diferentes, estos dos cuentos se enlazan por el nexo temático
del resentimiento y la incomprensión. Si en “El negro artificial”, Flannery O’Connor nos habla de un anciano enfadado con el mundo que vive retirado
con su nieto, William Faulkner nos cuenta la historia de una mujer despechada que
aísla a su hija, “Miss Zilphia Gant".
El señor Head es un hombre seguro de sí mismo y de la maldad que campa a sus anchas por la ciudad, por eso ha tardado tanto en decidirse a llevar a su nieto Nelson a conocerla. Ahora que él cumple diez años y lo pide con insistencia, está dispuesto a descubrirle la iniquidad que hay en la ciudad, aunque para hacerlo tenga que conocer la traición y esté en juego su inocencia.
«Nunca había pensado en sí mismo como un gran pecador, pero ahora vio
que su verdadera depravación había permanecido oculta para que no desesperara».
La señora Gant se ha visto abandonada por su marido y, después tomar
cumplida venganza, recluye a su hija para que no se vea contaminada por el
pecado que abunda fuera de su casa. Las necesidades afectivas de la pequeña
Zilphia crecen con ella, con su vida distorsionada, siempre condicionada a la visión
de su madre hasta las últimas consecuencias.
«(…) Buscó a Gant y a la mujer con la destreza de un hombre, la
pertinacia de una Parca, la serena impenetrabilidad de una vestal de un templo
profano, y luego volvió a su hija, con el semblante frío, saciado y casto».
Cada una a su manera, cada narración nos hace recorrer los caminos del
rencor, del miedo y de la inevitabilidad de las consecuencias ante las
decisiones tomadas, por muy correctas que nos parezcan. Con una penetración que
salta por encima de las palabras y que se vuelve casi visual en su
expresividad, sacuden, conmueven, admiran. Recuerdan por qué son grandes O’Connor
y Faulkner, por qué hay que volver a ellos.
***
“El negro artificial” aparece en los “Cuentos completos” de Flannery O’Connor, en DeBolsillo, traducidos
por Marcelo Covián, Celia Filipetto y Vida Ozores, con prólogo de Gustavo
Martín Garzo.
Como curiosidad, esta edición de 2006, tiene una preciosa cubierta que
reproduce una fotografía de Eudora Welty, otra grande de la literatura sureña y
del cuento y que además de escritora fue fotógrafa.
“Miss Zilphia Gant” pertenece a los “Relatos” de William Faulker en la colección Compactos de Anagrama,
edición de 1998, con traducción de Jesús Zulaika Goicoechea.
Ahora, sigo viajando…
¡Me los llevo! Me gusta lo que nos cuentas ;)
ResponderEliminarGracias por tus reseñas. Besos
Un viaje al condado de Yoknapatawpa no es algo ni glamuroso ni placentero. No me gustaría encontrarme con algún Snipes por ahí, de verdad. Sin embargo, Faulkner ejerce un gran poder sobre mí y siempre vuelvo. A lo mejor es el sabor dulzón de las batatas...
ResponderEliminarbesos
Curioso.... Me ha gustado tu entrada.
ResponderEliminarPara mí no es el momento de leer este estilo, pero me lo anoto para más adelante.
Besos.
En mi tierra decimos algo parecido de un viento que se llama "tramontana": enloquece a aquel que toca a menudo.
ResponderEliminarMe gusta muchísimo O'Connor, pero me temo que al señor Faulkner no lo he leído en relatos, tendremos que ponerle remedio. Me alegra que disfrutes tantísimo de tu taller de sureños :-)))
Cristina: Son dos de los grandes. Siempre será buena elección ;-)
ResponderEliminarAgniezska: No, no es ninguna de las dos cosas, pero cómo fascina, ¿verdad? ¿Y no has probado a Flannery? Porque merece la pena y mucho.
Buscando: Estilo, esa es la cuestión. Y con creces. Del auténtico.
Mónica: Había oído hablar de la tramontana, sí. Allí a veces decimos que a alguien "le ha dado un sur" para referirnos a que se le ha ido la pinza XD
Faulkner es bueno se lea lo que se lea, para qué engañarnos. Aunque, por cierto, no estaba en el programa; solo las cuatro "grandes damas", que también había leído ya pero estoy exprimiendo a conciencia.
Besos y gracias por vuestra visita.
Tengo que probar con Faulkner. Conozco su obra, por estudios, pero no me he adentrado en ella. Besos.
ResponderEliminarTengo más leído a Faulkner que a O'Connor, pero me los traes así en un paquete 2x1 y no sólo me tientan, es que hasta me pega tener que leerlos así, juntos :) Como a mí la soledad me lleva indistintamente al norte, al sur, al este o al oeste, voy a elegir sur, y además elijo también cuento (o relato, que lo mismo me da). Gracias, Zazou.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente recomendación la de Flanenery O'Connor. Sus cuentos son tremendos. No deja indiferente.
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