Jornada XX: Cruzando fronteras
Al sur de una
frontera geográfica de la literatura, la norteamericana, hace un siglo surgió
una corriente de escritores que, por encima del localismo de la ambientación de
sus historias, relataron con maestría la condición humana que trasciende los
límites de la geografía, la época o la raza que le dieron ese brillo especial
que los caracteriza. Ante la mención de la literatura sureña siempre recordamos
a Faulkner, Capote o ese fenómeno que fue Harper Lee, célebre por una única
(hasta ahora) y maravillosa novela. Después, probablemente, ya vienen a la
mente Ellas, las cuatro damas del sur: McCullers, O’Connor, Welty y
Porter.
La mirada de
Katherine Anne Porter sobre la realidad tiene filo, un filo que la abre en
cortes pequeños para ver lo que hay dentro sin desangrarla del todo. Consigue
llamar la atención prescindiendo de lo ostentoso: concentrada en el punto
exacto, ajustada como la propia piel, inequívoca y reveladora.
En esta jornada os
traigo la primera de las tres novelas cortas* contenidas en “Pálido caballo,
pálido jinete”. La compilación de toda su obra breve (recogida en este y dos
libros más) ganó el premio Pulitzer en 1965.
VIEJA MORTALIDAD. Katherine
Anne Porter
Hay fronteras que se
cruzan de forma inevitable y que suelen conllevar descubrimientos, no siempre
placenteros. Primero se descubre el mundo al alcance de la mano y se pinta con
colores familiares y evocadores; luego, se descubre el mundo de verdad, el que
está lleno de claroscuros y recovecos difíciles de explorar. El choque de las
realidades que conforman la existencia nos va construyendo, aunque también nos
puede destruir.
Estructurada en tres
tiempos, que se corresponden con tres partes, la narración trae una historia de
un pasado familiar que roza lo mítico y lo misterioso y, a medida que la
narradora crece y madura, va despojándose del aura de romanticismo. Tres puntos
de vista, tres momentos de una vida que, a través de otras vidas ajenas, va
encontrando el camino de la suya.
«[…] La vida era
una sustancia, un material a utilizar, que tomaba forma, dirección y sentido
sólo cuando el poseedor lo guiaba y lo trabajaba; vivir era un progreso de
continuos y variados actos de la voluntad dirigidos hacia un fin determinado.»
La vieja mortalidad
a la que se refiere el título se convierte en algo más que un verso en una
lápida: es la mortalidad de la identidad obligada a evolucionar, la de los
vagos sueños de infancia, la de un mundo limitado que necesita abrirse a
experimentar.
Y es que, en una
cierta forma, un final es un principio.
«Ah, pero queda mi propia vida por venir,
pensó, mi propia vida ahora y luego.»
*En el prólogo, Juan
José Saer recoge las palabras que la propia autora escribió en el prefacio del
volumen de sus relatos completos en forma de súplica dirigida al lector:
«Le pido al lector un amable favor por el que
le estaré eternamente agradecida: por favor, no llame a mis novelas cortas Novelettes, o peor aún, Novellas. […] Por favor, llamen a mis obras
por sus nombres verdaderos, con alguno de los cuatro de que disponemos: cuentos
cortos, cuentos largos, novelas cortas, novelas. Dispongo de ejemplos de las
cuatro especies que designan esos nombres, y que me parecen claros, suficientes
y expresados en inglés corriente.»
Una polémica de
largos dedos.
Esta edición de “Pálido caballo, pálido jinete” (Pale Horse, Pale Rider)
es la de Círculo de Lectores de 1998,
con traducción de Maribel de Juan (cedida por Destino).
Me gusta mucho la palabra novella pero no seré yo quien le lleve la contraria al hablar de sus 'novelas cortas'...
ResponderEliminarBesines,
Para mí el sur lleva el apellido de Faulkner y se concentra en el condado de Yoknapatawpha. Gracias por abrirme la frontera al mundo Porter. "Vieja mortalidad" suena como el visado ideal para explorarlo.
ResponderEliminarbesos
Pues a mí la denominación 'novelles' me agrada; incluso diría que la equivalencia en español a 'nouvelette', "novelita" no tiene por qué ser minusvalorador, pues esconde un sentido afectivo muy adecuado a una belleza escondida en una caja pequeña.
ResponderEliminarProcuraré recordar el nombre: Katherine Anne Porter.
Gracias por este descubrimiento
No conocía a Porter pero buscaré algo de ella y lo leeré. Me parece muy interesante.
ResponderEliminarBesos!
Soy más de Faulkner, Capote o McCullers, pero desde luego Katherine Anne Porter tiene ya todos mis respetos por esa defensa de llamar a las cosas por su nombre.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo, sin embargo, estoy de acuerdo con ella en su petición: novela corta, si lo es, le va que ni pintado. ¿Por qué utilizar otras palabras?
ResponderEliminarNo he leído nada de ella o quizá sí y lo he olvidado. Esta memoria..., pero me has picado la curiosidad. No digo que vaya a hacerme con un ejemplar de inmediato, pero la tendré en mente.
Feliz y provechoso día, Zazou :-)
Carmen: A mí me gusta el término "nouvelle" (aunque reconozco que me reprimo y no lo uso). Pero, nada, si ella dice que lo suyo son novelas cortas, así las llamaré :-))
ResponderEliminarAgniezska: El sur con apellido de Faulkner, sin duda, pero no podría prescindir del resto y, además, siento algo especial por McCullers.
Juan Carlos: Ya, eso de las denominaciones es todo un debate...
Ginger: De lo más interesante, en serio. Este libro es una pequeña maravilla.
Ana Blasfuemia: Tenía las cosas muy claras... o eso parece. Su escritura es estupenda, eso seguro.
Ana Bolox: Después de todo, ¿qué es un nombre? Lo que realmente cuenta es la escritura y esta, en todo caso, merece la pena.
Gracias por la visita y disculpas por la tardanza ;)
Besucos.