No tengo nada contra los dioses a nivel general, incluso hay algunos de los que soy verdadera fan. Son mucho más divertidos que los vulgares protagonistas de la chismología cotidiana y no tienen la culpa de que los hayamos contado así. Me molesta mucho más la arrogancia de los hombres. A algunos se les llena la boca hablando de valores religiosos y se olvidan de que los valores son, ante todo, éticos y humanísticos y que el respeto, articulación básica de la convivencia, no necesita del hálito divino para existir.
Respeto todas las creencias mientras ellas me respeten a mí y permanezcan en el ámbito personal que debería serles propio. No respeto que me quieran imponer su dogma. La atea que se esconde bajo mi hábito de pagana en zapatillas se rebela contra cualquier ortodoxia religiosa. Se irrita. Se niega a admitir todas estas ignominias disfrazadas de preceptos sagrados y tanta hipocresía extendida bajo la manta de una doble moralidad.
Al final, quizá el problema sí sea la religión, que a estas alturas de la vida ya nos sobra.
Estoy de acuerdo. Hay que ver en lo que hemos convertido las religiones.Lo primero los valores éticos. Y las creencias al terreno personal.
ResponderEliminarBesos Zazou.
Siempre he pensado que las creencias pertenecen al ámbito íntimo y que no deben imponerse sino enseñarse, siempre respetando la libertad. Otra cosa es el culto, que, aunque también debería ser privado, al final se ha jerarquizado de forma que supone otro estamento y otra forma de poder, que invade lo civil, y limita el pensamiento propio con el fin de manipular, en muchas ocasiones por motivos que trascienden lo religioso para convertirse en político.
ResponderEliminarY ya he vuelto a soltar otro rollo, ay.
Gracias por pasar y un beso.
De rollo nada. El deseo de poder estropea muchas cosas. Se aprovecha de ellas.un beso
ResponderEliminarEl deseo de poder, exacto. Qué lástima de debilidades.
ResponderEliminar