Soy golosa, lo confieso, aunque
también soy muy escogida. Veo un mostrador con todo tipo de repostería (dulce o
salada, sin discriminar) y me acerco, fascinada, a examinar con detenimiento
toda la exposición. Eso no significa que me guste todo. Me encanta mirar y
admirar pero, a la hora de probar, me decanto siempre por cierto tipo de
pastelería. Con los libros me ocurre lo mismo. Me vuelvo loca en cuanto entro
en una librería; camino entre las estanterías, acaricio los lomos, extraigo uno
y otro volumen para hojearlo a placer. Me detengo en todas las secciones.
Cuando tengo que decidirme, sin embargo, sé en qué rincones tengo que buscar.
Hace unos años, en Escocia, nos
detuvimos en un pueblecito a tomar un tentempié y entramos en un salón de té
que me trasladó, al punto, a la atmósfera del St. Mary Mead de la señorita
Marple. Pequeño, coqueto, muy kitsch.
Entre las mesitas lacadas en blanco y las sillas de respaldo tapizado había dos
mesas de mayor tamaño, cubiertas por manteles floreados y, sobre estas, una
increíble cantidad de tartas, pasteles y bollos de distintas formas, colores y
tamaños. Me quedé sin habla. Después de un exhaustivo repaso a aquella
colección de tentaciones, no tardé en dirigirme a los platos que más me
interesaban: los pastelitos.
Quien crea que un pastelillo no
es más que una porción de una tarta y no tiene entidad propia está muy
equivocado. Igual que quienes piensan que un relato es solo una novela en
ciernes, una historia reducida en expresión, un mero capítulo que necesita
aditamentos para dar forma a la trama. En absoluto.
Cerrado o abierto, micromundo en
un instante, el relato tiene su personalidad inherente. Puede contener toda una
vida o recoger sólo un retazo, pero respira por sí mismo. Es un bocado pequeño
pero exquisito, que despliega su sabor en un solo mordisco, como un relámpago
sensorial. Sin necesidad de más aderezos.
No entiendo la tendencia a
considerar la narración breve como una forma menor de literatura, como un
hermano pequeño de la gran obra al que le queda mucho por crecer, ni que al
leer un relato muchos vean el germen de una novela por construir y no valoren
su integridad real. Eso confinaría, de inmediato, al estatus de autores menores
a escritores que dedicaron su narrativa al relato con exclusividad o, al menos,
en su mayor parte. ¿Dónde quedarían Chèjov, Mansfield o Borges, entonces? Me niego
a considerarlos autores de segunda y negar su maestría a tenor de un injusto
desprecio por un género acogido con renuencia no sólo por los lectores, sino
incluso por escritores. A veces los narradores utilizan el relato a modo de
ensayo o experimento de camino a la novela y, al perder la perspectiva, se
equivocan. Ahí si se encuentran cuentos fallidos, ambiciones destempladas; la
proporción entre historia y forma se ha visto desdeñada y se desinfla, como un
amor que no se cuida. A la narración hay que mimarla también, siempre, por
mínima que sea. Solo así podrá enamorar.
Una tarta puede ser una obra de
arte como una novela puede resultar espectacular. Festival de sabores, alarde
decorativo, complejidad formal y profundidad sensitiva. Elementos que no
dependen del tamaño. Porque los bocaditos, en ocasiones, le ganan la partida a
la pieza mayor.
Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Qué bocados preferís?
Yo tampoco entiendo el deprecio al relato, como si fuera un hermano menor de la novela.
ResponderEliminarBuena analogía entre los pasteles y el relato y tienes razón ¡Qué buenos están!
Cuando oigo o leo uno de esos comentarios, me pongo cual Calimero: ¡es una injusticia! :-D
EliminarEs una delicia sentir como se deshace y te envuelve y, cuando sabes que está a punto de terminar, lo paladeas con todo cuidado... y me refiero al relato, je je.
¡Amén! Si el escritor es grande, el relato también lo es. Es como un bombón de licor: delicioso para un bocadito, "empachante" si fuera mayor. Abrazos.
ResponderEliminarSi lo puedes contar en diez líneas, ¿para qué extenderse cien? A mí me hastía, por ejemplo, encontrar tantos "novelones" que al peso costarían una fortuna, de los cuales la mitad o, incluso, tres cuartas partes no aportan nada. A cambio, hay novelas breves que trasmiten tanto que, a veces, crees que no te va a caber tanta maravilla dentro. ;)
EliminarI love golosear en librerías ;) Muy bonita entrada Zazou y muy innovadora. Besos
ResponderEliminarAy, es que una librería es todo un festín. ¡Qué ansia, por favor!
EliminarGracias ;)
Yo, hasta hace poco, era de las que preferían la novela a el relato. Pero de un tiempo a esta parte, me he ido "aficionando", de algún modo, a los libros de relato. Ahora los tomo más en cuenta, y me gusta ir variando entre un tipo y otro de literatura. ¡El secreto está en la mezcla!
ResponderEliminarEn la mezcla y en calcular y combinar los ingredientes :-) Así se consigue la mejor textura. Ñamm...
EliminarDelicioso comentario ;) Yo también soy golosa y ante una bandeja de pasteles, de esos pequeñitos, exquisitos, pierdo la cabeza y las buenas formas. Sin embargo soy más de novela, aunque no menosprecio el relato. Creo que el problema es que los leo con mucha más avidez y cuando la lectura no reposa...
ResponderEliminarTe tengo que dejar voy a rastrear por la cocina a ver si encuentro algo dulce
Besos
Uy, he pinchado tu golosonería, ja ja. La avidez y el apresuramiento no son exclusivos de la lectura de relato, en mi caso. Hay veces que vuelo por las páginas y tardo un rato en arrepentirme y detenerme a paladearlas mejor. :-)
EliminarYo soy muy golosa, pero de repostería casera jajaj. Con las librerías me pasa igual: me vuelvo loca tocando los libros, abriéndolos y cerrándolos, leyendo sinopsis...
ResponderEliminarNo tengo nada en contra de los relatos; sólo que me atrae más la novela. Si un relato está bien escrito, vale más que una novela mal escrita.
Por cierto, la repostería británica tiene fama de ser estupenda, a mí no me gusta mucho por la cantidad de mantequilla que le echan. Pero si eres golosa, ése es tu paraíso.
Besos.
La repostería casera son palabras mayores, desde luego, pero los pastelillos artesanales tienen un algo... que me pierden, vamos. De la repostería británica, me quedo con las tartas de manzana (sean tartaletas, pasteles cerrados, "crumbles"... británicas o no, son mis favoritas definitivamente). Pero esas bandejas que acompañan al té me fascinan. Quizá, a la hora de la verdad, sólo me gustan unos pocos bollitos, pero me encanta verlos todos :-))
EliminarÑam! yo soy golosa, caprichosa y selecta para darme el dulce y el libro. Adoro los paseos contemplativos para decidir y prefiero ir sin prisa y regodearme.
ResponderEliminarEn cuanto a tamaños y medidas, para mi la economía de las palabras y la contundencia me ganan. Me gusta todo pero sobre todo lo que deja buen sabor de boca.
Una entrada deliciosa ;)
Un besote
Es que no hay nada como la redondez en boca, ese lento deleite al saborear cada mordisquito, palabra a palabra, imagen a imagen, hasta llegar a ese final que intentas mantener en el paladar... y regodearte, justo. Y no perder la sensación. Qué gusto. ;-)
EliminarHola!
ResponderEliminarMuy lindo tu texto y creo que tienes razón con la manera de ver el relato jajaja lo de la repostería me abrió el apetito xD
Saludos :3
Ya, es que es hablar de comida y empezar a tener hambre, ¿verdad? ¿Y qué tal algún relatillo para abrir boca?
EliminarYo siempre digo que lo bueno si breve dos veces bueno. Parece que un relato es algo fácil de escribir por su brevedad, pero es sólo apariencia. Son pocos los autores que saben realmente dominar el género y llegar a transmitir lo que buscan. Sherman Alexie es uno de mis favoritos.
ResponderEliminarEsa última foto me está abriendo el apetito...
Besos
Exacto: el relato no es tan fácil. Decir mucho, más de lo que se cuenta, en poco espacio. Pero hay relatos espléndidos y autores que los tejen que da gusto leerlos, aunque no imaginas todo el trabajo que lleva detrás. Acabas de descubrirme a Alexie, por cierto, no lo conocía en absoluto. Me quedo con su nombre ;)
EliminarSiempre me ha gustado el relato y me cuesta entender a quienes lo desestiman a priori. Se halla más belleza, más intensidad, más vida en muchos textos breves que en grandes alardes de extensión. El relato evoca e insinúa, sugiere más que muestra , a duferencia de la novela, y eso resulta muy seductor...
ResponderEliminarPreciosa y dulce entrada, Zazou.
Besos,
Bonita manera de expresar lo que me hacen sentir los relatos :) Es esa seducción evocadora lo que me encanta. Gracias.
EliminarGuau, ¡qué buena comparación! Yo la verdad soy muuucho de dulces, de hecho me gustan tanto como los libros.
ResponderEliminarLo que dices es muy cierto, hay un cierto sentimiento de superioridad de las novelas con respecto a los relatos. Admito que a mí personalmente me gusta más las "narraciones extensas", pero no por ello considero el relato como un género menor, ni mucho menos. Es más, nombras a Chèjov y me viene a la memoria el buen recuerdo de "La señora del perrito".
Así que tanto si son pastelitos como tartas, ¡que aprovechen! ;)
Mucha golosa veo por aquí :-D Todo tiene su momento; hay ocasiones para tartas y otras para pasteles. Lo interesante es disfrutar de lo que se saboree.
EliminarY, sí, qué buen recuerdo "La señora del perrito".
El Ruletista, El Rayo que nos para, algún micro de servilleta que me encontré en un libro de Trueba... hay tantos relatos que me han conmovido que la lista sería inmensa. En qué momento decimos relato o novela... por eso muchas veces uso eso de relato largo o novela corta, porque se me difumina el borde. Sobre todo si pienso en historias. La Metamorfosis, Noches Blancas... hay grandes rusos cuentistas. Porque me encanta además ese término: "cuentista". Por mucho que el uso lo haya hecho caer en zonas bajas, me sigue pareciendo un término prometedor.
ResponderEliminarAdemás, ¿quién dice que es más fácil escribir un relato? no hay, acaso, que montar una historia en mucho menos espacio sin que parezca un resumen y viendo cada punto, cada escenario, cada gesto, cada sentimiento... Según se mire, no tengo del todo claro quien debería de mirar por encima del hombro en esta extraña pareja
Besos
No puedo estar más de acuerdo. Me encanta el término "cuentista" :) Y lo de encajar una historia, una colección de sensaciones, en un espacio reducido no es fácil. Creo que no es cuestión de ser uno mejor que otro, es la diferencia lo que les hace especiales.
EliminarPues yo voy a poner la nota discordante en los comentarios. Soy de las que suelen dejar de lado los libros de relatos. No porque los considere una obra menor, y los desprecie por eso, para nada. Pero he tenido mala experiencia con ellos. Creo que he leído tres en mi vida, y ninguno me ha gustado. Quizá sea que no he sabido buscar bien el pastelito adecuado...
ResponderEliminarBesos
Los pastelitos tienen su público, mujer, si a todos nos gustara lo mismo sería un soberano aburrimiento. Lo que me disgusta no es que los relatos no interesen (aunque a veces es cuestión de desconocimiento) sino que se los minusvalore. No comas sin apetito, pero quizá puedas darle otra oportunidad a algún bocado diferente ;)
EliminarZazou aquí tienes a otra golosa que se comería la bandeja de pastelitos entera :)
ResponderEliminarComparto totalmente muchas de las opiniones de los comentarios. Para mi un buen relato es incluso más difícil de encontrar que una buena novela. Hay que tener mucho talento para despertar en el lector tantas emociones, en tan pocas páginas. Evocar, insinuar, callar y dejar en suspenso muchos detalles...Tanta maestría requiere el gran novelista, como el buen "cuentista" :)
Desde luego. Hay bocaditos, incluso, mínimos que te dejan el paladar lleno de gloria. Otros no son tan exquisitos, pero se dejan saborear y también merecen la pena.
EliminarMagnífica entrada, Zazou, te felicito.
ResponderEliminarYo estoy de acuerdo en todo, tanto en lo de los pastelitos de comer como en los de leer. A mí también me molesta que se considere el cuento como el hermano pobre de la novela, por las mismas razones que tan lúcidamente has expuesto. En el mundo anglosajón, sin embargo, se le tiene mejor consideración al relato, como sin duda sabes, y la prueba es la cantidad y calidad de "literatura breve" que ha producido siempre.
Viva el cuento y los cuentistas!
Gracias, Ángeles ;) Es cierto que en el mundo anglosajón se valora mucho más al relato y ha dado cuentistas espléndidos. Katherine Mansfield es una de mis favoritas, por ejemplo. Pero te confesaré que, en cierta ocasión, me enamoré de los cuentos de Marguerite Yourcenar... Y es que hay muchos y repartidos, incluso cerquita. Hace poco leí a Pilar Adón y me gustó mucho. Por mi parte, sigo recorriendo los muchos caminos del país de los relatos...
EliminarGran entrada. Yo soy muy de cuentos, supongo que tiene que ver con los muchos que leí de niña, Roald Dahl es maravilloso, tanto en su vertiente de literatura como en los magníficos cuentos para adultos.
ResponderEliminarUn abrazo pasteloso,
Sonia