La mente es para mí como una casa: llena de estancias de varios tamaños, algunas diáfanas y otras compartimentadas, a veces abiertas a corredores que las unen o a pasadizos que no llevan a ninguna parte y, en ocasiones, cerradas con puertas a cal y canto. Unas están vacías o con grandes espacios que esperan llenarse mientras otras están más o menos amuebladas, adornadas e incluso abarrotadas de trastos, no todos de utilidad. A veces se encuentran las cosas a la primera, a veces hay que hurgar y escarbar hasta dar con lo que una busca… Y últimamente tengo la impresión de que lo último es más habitual. Quizá hay habitaciones donde la montonera rebosa peligrosamente y debería limpiar un poco. Lo cierto es que, cuando cruzo las puertas, puedo encontrar cualquier cosa.
Ilustración: "Mañana en Cape Cod", Edward Hopper (1950)
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