Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: Eudora Welty y Truman Capote.

Jornadas XXXV - XXXVI: Desde una especial perspectiva.

Es preciso mirar desde el lado adecuado para tener las mejores vistas, que no siempre son las más bellas o las más amplias, sino esas que dan a los objetos un sesgo peculiar, quizá incluso defectuoso, que alcanza a resaltar matices que, de otro modo, quedarían desenfocados. Es como ver a través de un cristal roto con sus grietas, sus esquirlas y sus prismas, y esa solidez fragmentada que puedes intentar tocar a través de un agujero, aunque lo más probable es que te cortes al hacerlo. Y es que el romper la distancia necesaria distorsiona la percepción de los objetos.

Hay un ángulo de visión óptimo, si bien no es el mismo para cada ojo y no siempre, no todos, somos capaces de mirar desde allí y captar la sutileza de esos matices, y mucho menos de describirlos o recrearlos. Algunos afortunados (o desdichados) han recibido el don (o la maldición) de saber situarse en el punto exacto para ver la forma tras la forma y reproducirla después. Sienten la luz en la piel, y la recogen, y en cierto modo la reflejan, y la usan para pintar con los dedos del pensamiento sobre un lienzo que rara vez está en blanco, pues casi siempre hay un vago vestigio, la huella de una sombra.

La literatura es una especie de pentimento multitudinario, un lienzo donde todos han ido dando sus pinceladas y, con ellas, han cubierto otras anteriores, o simultáneas, o incluso posteriores porque allí el tiempo discurre de manera desigual, errática. Imágenes superpuestas y múltiples miradas que a veces discurren en paralelo, o confluyen, o se pierden en el vacío. Y hay quienes, con deliberación o no, coincidieron al elegir el ángulo de visión (aunque nunca será el mismo, en realidad, pues dos cuerpos no pueden ocupar un solo espacio).

Miradas coincidentes o muy aproximadas, como las de Eudora Welty y Truman Capote en algunos de sus cuentos: en «Por qué vivo en la Oficina de Correos» y «Mi versión del asunto», por ejemplo.

Es fácil que al leerlos, dada su semejanza, uno se pregunte cuál se escribió primero: el caballo de Welty corrió antes y su carrera, además, fue más limpia. Probablemente Capote se dejó llevar por su estela. No es que cuenten la misma historia, pero comparten la manera de mirar y el envoltorio irónico al contar. Y el tema de fondo, al fin y al cabo: la especial perspectiva que tienen del mundo sus personajes.

Ambas están narradas en primera persona por sus protagonistas, de un carácter que podría calificarse, siendo amable, de extravagante. Una mujer que ve trastocada su rutina por el regreso de la hermana que (según ella dice) le quitó el novio y, tras haberse separado, vuelve para poner a toda la familia de su parte. Un adolescente que se casa sin pensar y va a vivir con la familia de la mujer, que no solo no lo acepta sino que pone a la chica en su contra.

Muy dramático, aparentemente, pero una y otra se convierten en tragicomedias de tono grotesco, de un cinismo delirante y un trasfondo lo bastante serio para notar el peso por detrás de la sonrisa amarga. La escalada de encontronazos entre la protagonista de Welty y sus familiares, en un quién-da-más de cotidianas venganzas. La enloquecida pelea mantenida por el protagonista de Capote y su familia política. Más de un gramo de locura.   

Las voces son distintas y eso se nota. La de Welty está más pulida, la de Capote es más provocadora (la publicó a los veintiún años). Pero tienen en común esa aguda percepción de lo absurdo. Y la contención de la brevedad. Y ese vívido toque de luz en sus pinceladas.
Los cuentos aparecen en los volúmenes
«Una cortina de follaje». Eudora Welty.

Editorial Anagrama, 1982.
Traducción: J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez
Con prólogo de Katherine Anne Porter.
«Cuentos completos». Truman Capote.
Editorial Anagrama, 2013.
Traducción: J.M. Álvarez Flórez, Paula Brines,
Benito Gómez Ibáñez, Enrique Murillo,
Ángela Pérez, Juan Villoro, Jaime Zulaika.
Con prólogo de Reynolds Price. 

6 comentarios:

  1. Que dos libros más apetecibles, con lo que me gusta a mí Anagrama! sin duda me compraría el de Capote, que tengo una espcie de obsesión con la manera de escritir de este hombre. Me encanta.

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  2. ¡Ay! Pensaba que ya te seguía, y me he dado cuenta de que no.
    ya estoy por aquí, iré indagando en tu blog.
    Besos.

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  3. Con esta presentación tan impecable, ¿cómo negarse? anotados quedan. besotes!

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  4. Nadie dijo que fuera fácil mirar. De hecho ¿te das cuenta de lo poco que realmente se mira? Asi que si hablamos de sutilezas y matices ni te cuento. He leído menos a Welty y más a Capote, pero me ha atrapado esa idea de que tuvieran la misma forma de mirar.

    A la saca (bah, no te engaño: hay autores que siempre están en la saca)

    Un abrazo

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  5. Abbey: Capote es muy peculiar y a mí también me gusta, a pesar de sus irregularidades. A veces tiene destellos increíbles. Welty es... es una cuentista sensacional, como poco.

    Buscando: Bienvenida y espero que te sientas cómoda.

    Meg: Creo que se nota cuando me dejo llevar por la fascinación, ¿verdad? O cuando consigo sacar un poquito más de tiempo, ja, ja...

    Ana: No sé si es fácil o difícil, quizá solo sea que no sabemos prescindir de filtros y de obstáculos, que nos desviamos en el ángulo o... quién sabe. Mirar es, en realidad, algo muy personal. Y Welty, a todas estas, es mucha Welty.

    Gracias por vuestra visita (a pesar de mis ausencias) y un besazo

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  6. La mirada provocativa de Capote me interesa menos en este momento pero el relato de Welty seguro lo disfruto.
    Besines,
    PD. Acabo de conocer gracias a ti el término 'pentimento'. ;)

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