Jornada XXV: El peso de la
infelicidad.
Al mirar fotografías
de Carson McCullers tengo siempre la sensación del peso de su mirada, una
mirada en la que, aun apareciendo sonriente, lleva consigo una carga de
infelicidad. Quizá por eso en sus novelas y cuentos supo retratar tan bien la
insatisfacción de las almas hambrientas y magulladas.
Sus personajes tienen
también esa mirada famélica de amor, de reconocimiento, de algo que a veces ni
ellos mismos saben qué es, y uno casi se contagia de su desamparo cuando los
acompaña. Porque infelicidad no es lo mismo que tristeza sino, más bien, la
incapacidad para ser feliz o para creer que se pudiera serlo. Una barrera que,
a veces, pone nuestra propia conciencia. Una inercia contra la que cuesta
luchar.
Muchos de los
protagonistas de los cuentos de McCullers están en la edad en que el hambre
parece imposible de saciar y manotean en medio de la desesperanza, o contra
ella. Como la joven Constance, con sus pulmones enfermos y su inquieto corazón.
Esta Constance que tiene algo de autobiográfica. Constance mirando al cielo e
intentando respirar.