Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

A Wendy Moira Angela Darling. En algún lugar cerca de los Jardines de Kensington, Londres.

Querida Wendy:

¿O debería decir “Querida señorita Darling”? Porque eres toda una señorita, siempre lo fuiste. Desde el momento en que cosiste la sombra de Peter, con ese resabio de madre en miniatura, te mostraste como la futura mujer que llegarías a ser. A pesar de la tentación de la eterna infancia del país de Nunca Jamás. Ya guardabas ese ápice de madurez embrionaria que parece anidar en toda mujer, no sé si de forma natural o por mor de la educación que alimenta nuestras costumbres, desde tan pequeñas. En tu época era aún más acusado, porque solo te preparaban para ser el corazón del hogar, y a ti te prepararon muy bien.

Te escribo porque… no sé, no estoy segura. Creo que la primavera me pone melancólica y últimamente pienso mucho en el paso del tiempo y todo ello me trajo a la cabeza la forma de enfrentarse a ese paso que tuvisteis Peter y tú. Tan diferentes. Tú te pareces a tu madre, manteniendo en un rinconcito del alma esa niña soñadora y reservada año tras año, pero sin renunciar a evolucionar hacia el futuro que se va convirtiendo en presente. Esa sonrisa dulce, ese beso contenido en la comisura a la espera del depositario idóneo. Aprendiste a crecer porque sabías que no podías aferrarte a la niñez para siempre y, aunque ya no puedes volar, todavía recuerdas cómo se juega. Cuidadoso equilibrio de la imaginación y la inteligencia.

¿Sigues echando de menos a Peter cuando llega la limpieza de primavera? Yo creo que sientes una pizca de nostálgica envidia cada vez que él llega a buscar a tu hija, y a la hija de tu hija, si no se olvida y se le salta un año. Esa desmemoria egoísta tan propia de él. ¿Te acuerdas de su horror al descubrir que habías crecido, aquella pena por perderte? Le duró tan poco. En un instante te cambió por tu hija, sin dolor alguno. Él solo quería una madre: alguien que velara por él, que lo amara y lo entretuviera sin pedirle nada a cambio. Y, como niño que era, solo apreciaba lo que tenía delante de los ojos. Ni siguiera agradeció tu comprensión.

Tú y yo sabemos que Peter es así, que no puede evitar esa insensibilidad de la que tantas veces son capaces los niños (también yo he visitado Nunca Jamás y he volado con él). Y, aunque no siempre lo disculpemos, terminamos por perdonarlo. Esa chispa de alegría irreductible forma parte de su encanto. Es la que nos hizo enamorarnos un poquito.

Sé que eres feliz en tu vida adulta, Wendy, y que el recuerdo de esas maravillas de la infancia no empañan esa felicidad presente sino que lo atesoras, preciado cofre de sueños, para abrirlo cuando lo necesitas y regocijarte con él. Tu serenidad al crecer es envidiable. Quizá se deba a que eres capaz, aún, de ver las hadas. Es una hermosa capacidad, no la perdamos.

Me despido por ahora, querida amiga, pero algún día volveré a escribirte. Me gusta compartir contigo este sentimiento de inevitabilidad ante el tiempo y hacerlo con una sonrisa.

Te mando un dedal lleno de cariño.

Z. 


Día de libros y enredos

Felicidades, chin-chin, hoy ha sido el Día del Libro. Celebrado por todo lo alto. Comprar, regalar, recibir. Dedicar, que te dediquen. Leer, hoy es el día… y mañana, y pasado, y al otro. Para nosotros, pobres letraheridos que no sabemos vivir sin las palabras, cada amanecer despierta nuevo día del libro. Así que os felicito para los siguientes trescientos sesenta y cinco.

¿Qué ha tenido de especial el día de hoy para vosotros?

Para mí, después de una jornada intensa, lo más satisfactorio ha sido pasar por el parque junto al trabajo, de camino al metro, y liberar un libro para regalar una sonrisa a algún desconocido. Y digo satisfactorio porque, desde una esquina y tras un arbusto, vi a ese desconocido descubrir el libro, abrirlo, sonreír al ver la dedicatoria y sentarse a empezarlo. Emprendí la larga vuelta a casa contenta como una colegiala.



Esta sensación tan placentera se la debo a MientrasLeo, que tomó la iniciativa en Twitter hace un par de días lanzando esta propuesta al aire. No sé cuántos le habremos seguido la estela al final, porque nos hemos ido animando a medida que iba avanzando el día, pero estoy segura de que hemos disfrutado con ello.

¿Qué libro habéis regalado o recibido hoy?

Mi regalo al desconocido ha sido uno de mis tesoritos de Pratchett, este coescrito con el maravilloso Neil Gaiman: “Buenos presagios”, una aventura apocalíptica en la que ángeles y demonios tienen mucho que decir y, sobre todo, reír.



Pero también soy un poco egoísta, así que me he regalado a mí misma un par de bocaditos de lo más apetecibles: “Élisa” de Jacques Chauvire, que tras tentarme en la librería me aguijoneó fieramente desde el blog Carmen y amig@s, y “Una madre” de Alejandro Palomas, sí, porque me estaba quedando sin dedos de tanto comerme las uñas (sabéis que os odio: Ana Blasfuemia, Marilú Cuentalibros y Meg Cazaestrellas).  



Además, me han entregado un «vale por el libro “Una vida sin ti” de Jean Rhys», que está encargado pero no ha llegado todavía. Lo que cuenta es la intención: ya sabréis que Jean Rhys es un valor seguro para mí, así que estoy que doy palmas con las orejas.

Y ahora a disfrutar de lo que resta del día…

Actividades lectoras, lúdicas o deberes ineludibles. Prosaica como soy, termino mi día entre lavadoras por tender, el mundano placer del sofá en marital compañía y alguna visita virtual por las redes.

Ah, no quiero despedirme sin mencionar dos “cositas”:


¡Cien seguidores ya! Quién me lo iba a decir cuando empecé a juguetear, toda tímida e insegura, por estos lares. No me he despojado del todo de la inseguridad, ni siquiera de la timidez, aunque me siento cada vez más a gusto en este rincón que comparto. Así que procuraré no perder el paso, que es lento pero constante. Y, fruto de estos pasitos, abriré una nueva galería junto a la de puntos de lectura y autores… Sí, estoy de saldo, señores.  Lo doy todo y bien barato. 

Apuntes sobre el miedo

El miedo es un tirano.
El miedo nos arrebata la libertad.
El miedo es un arma peligrosa contra nosotros mismos.
Si actuamos sometidos por el miedo, le damos al enemigo poder sobre nuestra dignidad.

La triste soledad del alma: Jean Rhys

«[La tía Jeanette] me abrazó, me besó y me dijo: “Pobrecita, pobrecita”. Tal vez supiera que yo estaba destinada a tener una vida tormentosa y a sentir una profunda y constante nostalgia.»
Una sonrisa, por  favor (1979)

Leyendo sus memorias, una se pregunta si hubo algún momento en que Jean Rhys fue feliz, siquiera en su infancia. Desde la primera página me viene a la mente la imagen de una niña seria, meditabunda, con los ojos hambrientos de lejanía. Es la marca de la casa, de su realidad y de su narrativa: la melancolía y una persistente sensación de soledad.


La foto más conocida la muestra mirando fijamente a la cámara, con la barbilla reposando en los dedos entrecruzados de ambas manos. En realidad, hay dos fotografías en las que posa en idéntica postura pero separadas por algunos años. En la primera, se nota su juventud en las líneas redondeadas del rostro y en la limpieza de la mirada, mientras que en la segunda sus rasgos se han afilado y hay un toque irónico en la caída de los ojos. La sonrisa, en ambas, tiene el mismo aire enigmático, con un algo de Gioconda del siglo XX. Entre ellas, un ancho mar de infelicidad.



Un éxito tardío

Ella Gwendolen Reese nació en Roseau, en la isla Dominica,  y de esos orígenes antillanos de ascendencia criolla bebe la que sería su novela más famosa, “Ancho Mar de los Sargazos”. Publicada en 1966, daba una vuelta de tuerca a la clásica “Jane Eyre” para reconstruir el pasado de la misteriosa figura de la señora Rochester, desde su infancia hasta el matrimonio. La publicación de “El ancho Mar de los Sargazos” supuso, en su momento, el redescubrimiento de Jean Rhys y la recuperación de su obra anterior, escrita entre los años veinte y cuarenta y que, a pesar de su buena acogida entre la crítica, había tenido menos repercusión entre los lectores. 

Entre la Segunda Guerra Mundial y entonces, Rhys había guardado un silencio literario que hizo creer que había muerto. Tras aquel reencuentro con la autora, en 1974 se la llegó a calificar por parte del crítico estadounidense Albert Alvarez, como «una de las mejores escritoras británicas del siglo XX», todo un espaldarazo para su reconocimiento público. Un reconocimiento del que disfrutaría muy poco tiempo.
Exponente del modernismo europeo, con un estilo calificado de impresionista y un fuerte componente autobiográfico en su narrativa, se convirtió en autora de culto.

Renovándome: segunda entrega.

Era algo que me venía rondando desde hace un tiempo: entradas dedicadas a los autores que son especiales para mí. Cuando leí las memorias de Jean Rhys, la idea fue asentándose dentro de mi cabeza y tuve muy claro quién sería la primera protagonista de esta Galería de Autores que empieza hoy.


En esta primera semblanza he intentado prescindir de la subjetividad, de lo que suelo llamar impresiones, excepto en la introducción. Y me he servido de esas memorias para salpicar el texto con sus propias palabras. Quizá la próxima sea diferente. Ya se verá.



Notas de cata: Alice Munro, Carson McCullers, Alan Hollinghurst, Henry H. Richardson, D.E. Stevenson.

Una vez más, el saldo lector del pasado mes ha resultado positivo. Apostando sobre seguro, como suelo hacer, no es difícil. Creo que me he acomodado demasiado; tengo que intentar poner un poco más de riesgo en mi vida.

LA VIDA DE LAS MUJERES. Alice Munro

No ha sido un libro de fácil trato. Dividida en episodios que, sobre todo al principio, podrían ser independientes, la novela está llena de cortes argumentales, personajes que aparecen y desaparecen, pequeñas historias que parecen anecdóticas. La continuidad resulta un tanto accidentada. Pero a medida que avanzaba iba encontrando una línea de coherencia interna, un hilo que me fue enredando poco a poco: una visón de la vida de varias mujeres diferentes, con sus errores, sus miserias, sus ambiciones y frustraciones. Vidas en minúsculas, sin grandilocuencias, como son las de la mayoría. 


ILUMINACIÓN Y FULGOR NOCTURNO. Carson McCullers

Tengo que evitar las ideas preconcebidas, lo sé, pero no siempre es fácil y menos a la hora de enfrentarme a los recuerdos de una escritora que me encanta. ¿Qué esperaba? No estoy segura, pero creo que algo más de su relación con la escritura. La iluminación y el fulgor nocturno que la llevaban a alumbrar sus maravillosas obras. La mitad del libro lo constituyen cartas intercambiadas con su marido, que retratan su fragilidad de una forma dolorosa, y eso ha hecho mella en mi mirada. Ha sido apasionante entrar en su vida, pero la inconsistencia me ha defraudado.  

* La lectura de estas memorias se la debo a la participación en el reto de Escritoras Únicas de Meg Cazaestrellas. 

Dardos que son abrazos: estoy nominada

Agradecida y desconcertada, todavía estoy procesando el hecho de haber encontrado el nombre de mi blog incluido en la lista de nominaciones al premio Dardos en Entre mil letras, de Marisa. Es todo un detallazo, teniendo en cuenta lo que significa este premio.

El Dardos es un premio simbólico que se otorga entre blogueros, además de un abrazo virtual y un estímulo para el ánimo para quien lo recibe. Marisa se refiere a él como un reconocimiento a “valores personales, éticos, culturales y literarios transmitidos a través de la escritura”.  Esto impresiona un poco. Curioseando por la red he visto que hablan de la dedicación, creatividad y esfuerzo para mantener un blog. Ahí es nada. Y creo, de verdad, que lo que yo hago se queda muy corto para lo que esta nominación implica. No puedo evitar compararme con todos esos blogs tan estupendos que publican, a un ritmo fulminante, entradas que da gusto leer a pesar de lo que me cuesta encontrar tiempo para ello (y no digamos para comentar). Eso me estresa y deprime a partes iguales. Por eso esta nominación de Marisa  la he sentido como una caricia a mi autoestima. Me ayuda a mantener el optimismo y a no perder las ganas.


Muchísimas gracias.

Cadena de test

Eso de seguir cadenas nunca ha sido santo de mi devoción, pero últimamente no me reconozco. En parte, creo, es mi espíritu juguetón que anda algo revolucionado por alguna extraña razón (¿las hormonas, la edad, la primavera...?). También está la simpatía por quienes me van invitando a seguir el hilo. ¿Cómo puedo negarme cuando, además, son propuestas interesantes o, cuando menos, divertidas? Así que me he remangado con gusto para responder a Seri, de El borde de la realidad, el cuestionario que me plantea en esta "Cadena de Test". Allá va:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...