Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Cierre de año, apertura de miras.

No estaba segura de llegar a escribir una entrada de fin de año, con el tiempo atragantado entre el turrón y el cava y la concentración alborotada por el jaleo alrededor, y si finalmente estoy aquí escribiendo esto es porque quiero dejar constancia del balance tan positivo que ha tenido para mí este año como lectora y como contadora de lecturas.

En términos empresariales, podría decirse que se han cumplido los objetivos: la cifra de libros leídos ha sido relativamente alta (no he alcanzado los 100, como en otros años en que incluso los he rebasado con creces, pero 90 no me parece una cota desdeñable) y el nivel de las lecturas ha resultado notable. Tengo la sensación de haber elegido bien en casi todos los casos. Cada uno a su manera, los libros que han pasado por mis manos en este 2013 han tenido algo que decirme, algo que enseñarme, algo que guardarme; algunos con más intensidad y otros vagamente. Algunos tesoros que aguardaban su momento en las estanterías me hicieron desear haberlos leído antes, como “Pequeño, Grande” de Crowley. Otros llegaron para hacerse un hueco entre los indelebles, como las pequeñas memorias literarias de Mary Ann Clark Bremer. Y también ha habido relecturas, muchas a decir verdad, de historias que me calaron en el pasado, como las de Jane Austen o Shakespeare.  Ahora espero que mis elecciones del próximo año sean igual de certeras.

Entre mis propósitos para el año entrante está leer más autores patrios, que este año he tenido un tanto abandonados; leer más variado, en general. En estos días me he animado a participar en dos retos de lecturas, en la confianza de que no me costarán, pero además tengo un reto personal: abrirme a nuevos autores, profundizar en los apenas conocidos y no vallar mi perspectiva con los límites de los prejuicios.

Comencé este blog hace quince meses, casi dieciséis ya, un poco a lo tonto, como un modo de intercambiar impresiones sobre libros con unas cuantas amigas. En este periodo, he tenido la suerte de encontrar más gente con la que intercambiar esas impresiones y que, para mi sorpresa, se ha sentido a gusto en mi rinconcito y se ha quedado por aquí. Gente que ha dado vida y continuidad a mi patio de recreo. Esto ha supuesto un peso enorme en la columna de haberes a la hora de calcular el resultado: satisfactorio en grado sumo. Por eso no puedo acabar el año sin agradeceros vuestra compañía y ayuda. Esta es la razón por la cual he llegado hasta aquí, la que me ha empujado hasta esta entrada. Deciros:

¡Gracias por estar conmigo!


Y  feliz noche a todos.

¿Os tomáis una copa conmigo? Las he sacado para vosotros.


Reto "Serendipia recomienda 2014"

Allá voy. Otro reto. Nuevo año y nuevas costumbres. Me he dejado llevar porque… porque… para qué voy a engañarme, soy una chica fácil y no puedo disimularlo. Lo que sea por descubrir lecturas estimulantes.
Este reto, lanzado por el blog Serendipia, consta de dos fases. La primera, que consiste en recomendar tres libros poco conocidos que nos hayan gustado muchísimo, me ha costado bastante porque en cada uno me entraba la duda de hasta qué punto es o no poco conocido y, en caso de serlo, si resultará difícil localizarlo.
Finalmente, me he decidido por los siguientes títulos:
Buenos días, medianoche de Jean Rhys. Por su capacidad para diseccionar los sentimientos sin resultar sentimental.
La soledad de las parejas de Dorothy Parker. Por la manera de pintar con ironía las relaciones personales.
En Nadar-Dos-Pájaros de Flann O’Brien. Por su maravilloso humor surrealista y ácido.
Son lecturas antiguas, muy antiguas algunas, pero no las he olvidado y por eso las recomiendo. 
A finales de enero vendrá la segunda fase: se publicará la relación final de títulos y veré a cuáles me enfrento, qué libros y autores conoceré este año. Me muero de ganas por saberlo.


31 de diciembre de 2014:

Había varios libros en la lista que me apetecían, algunos incluso estaban anteriormente en mi lista de pendientes, pero no sé cómo me las he arreglado para que este reto se me fuera de las manos. El único libro que he leído ha sido "La puerta" de Magda Szabó, este mes de diciembre, que estará comentado en las notas de cata todavía por publicar.

Lamento no haber cumplido como esperaba, Mónica. Gracias por tu paciencia.

Reto "Escritoras Únicas"

Debe de ser que la efervescencia propia de la época me ha azuzado el atrevimiento y, por vez primera, me he animado a apuntarme a un reto. La verdad es que es un reto sencillo, muy sencillo: se cumple con la lectura de un solo libro de una de las autoras que proponen las creadoras del reto, Ana Blasfuemia, Marilú Cuentalibros y Meg Cazaestrellas.

No tiene ningún mérito por mi parte participar porque, como leo habitualmente libros escritos por mujeres, muchas de las escritoras que proponen están en mis listas: la de escritoras que me gustan y no me canso de leer y la de escritoras que tengo pendientes y quiero leer. Servirá, además, para conocer a alguna más.



Este será mi primer propósito lector para el año que está al caer y, a medida que vaya leyendo y reseñando libros de estas autoras, los iré relacionando en esta entrada.

De la lista propuesta por Ana Blasfuemia he leído y comentado: 
- 'En tierras bajas' de Herta Müller, en las notas de cata de febrero

De la lista propuesta por Meg Cazaestrellas:
- 'Iluminación y fulgor nocturno' de Carson McCullers, en las notas de cata de marzo
- '¿Quién ha visto el viento?' de Carson McCullers, en las notas de cata de abril
- 'El corazón es un cazador solitario' de Carson McCullers, en las notas de cata de mayo
(Sí, tenéis razón, me he vuelto repetitiva)
- 'Al faro' de Virginia Woolf, en las notas de cata de junio

De la lista propuesta por Marilú Cuentalibros:
- 'Moderato cantabile' de Marguerite Duras en las notas de cata de julio.
- 'Jezabel" de Irène Némirovsky en  las notas de cata de julio y, además, le hinqué el diente a gusto.

Animales de costumbres

Es curioso cómo tendemos a hacer estacional todo lo que nos rodea, cómo asociamos los objetos a cada momento o a una época determinada. Está claro, por ejemplo, que hay ropa de verano o de inverno en tanto abriga o resulta más fresca pero ¿por qué asociamos los colores a una u otra estacón? ¿Por qué la viveza del naranja tiene que acompañar a un día soleado y lo guardamos al llegar el tiempo umbrío, en vez de dejarle alegrar los días más oscuros?

Ahora llega la Navidad y las calles se ven inundadas de reclamos coloridos y luminosos, gentío desordenado y trampas para niños curiosos y padres incautos. La Navidad es, sobre todo (y dejando a un lado el aspecto religioso, el poco que le queda ya), una fiesta para los más pequeños. Por eso, las pantallas de cine se ven invadidas por aventuras mágicas y aleccionadoras y los escaparates de las librerías se pueblan de cuentos infantiles y cualquier otro título que, relacionado con las festividades, pueda venderse bien.

También la televisión toma el mismo rumbo y, en medio de los numerosos programas especiales, se reponen, año tras año, las mismas películas. Sólo que ya no son las mismas. Cuando era niña (y no tan niña) disfruté, Navidad tras Navidad y en diferentes versiones, con las peripecias de las hermanas March. Mi mente, siempre tan caótica, grabó el recuerdo de la admirable Jo con la imagen de Katharine Hepburn y el de Amy con una deslumbrante Elizabeth Taylor. Así de caprichosa soy. “Mujercitas” era un clásico navideño igual que “Qué bello es vivir”, incombustibles durante décadas.

En los últimos años hemos cambiado las películas aunque no la costumbre de reponerlas. Ahora, en cuanto la iluminación de las calles y la batuta de los centros comerciales inauguran oficialmente la temporada, volvemos a encontrar títulos como “Love Actually” o “The Holiday” (¿se les acabó el presupuesto en traductores, por cierto?), para entrar en ambiente. Definitivamente, somos animales de costumbres. 

El vicio de las listas

Llegados a estas alturas del año, parece inevitable la elaboración de listas de todo tipo, desde las que recogen lo hecho o visto a lo largo del año que se cierra hasta las que anuncian o prometen los propósitos del año por empezar. Reconozco el valor de las listas en cuanto a la organización se refiere (yo misma intento seguir las que preparo, aunque no siempre con éxito), pero como también estoy de acuerdo en que los excesos no son buenos, intento no hacer caso a la proliferación enumerativa que nos rodea estos días.

Las hay para todos los gustos: cifras de ventas y conclusiones, críticas y recomendaciones, éxitos y fracasos… Confieso que paso por encima de ellas sin prestarles mucha atención en la mayor parte de los casos. ¿Los diez libros que debería haber leído? ¿En base a qué, si ocho de ellos son lo más lejano a mis preferencias? Si nunca he confiado en las estadísticas, en estos casos menos que nunca. Que un libro se haya vendido mucho o poco no significa que se haya leído; al contrario, se puede haber leído un libro que no  se haya comprado (¡ah, ese tesoro que son las bibliotecas!). Por no hablar de la segmentación, o más bien la falta de segmentación, según el tipo de público. Que no, que no me convencen.

Entre las excepciones, se cuenta una lista que se publicó recientemente en el estupendo blog Las lecturas de Mr. Davidmore: “Libros que no tocaría ni con un palo”. Esa la leí con curiosidad malsana y me provocó una sonrisa mordaz y un fuerte sentimiento de empatía. La verdad es que las listas de David (porque en su blog hay muchas) las sigo casi todas.

Es tiempo, también, de recuentos y lecturas (o relecturas) de temporada, si el balance anual mejora los anteriores o no y si vamos a mimetizarnos con el entorno navideño recopilando títulos temáticos para acompañarnos estos días, entre los villancicos, el turrón y los encuentros familiares. Dos puntos en los que recaigo cada año: hace muchos que contabilizo las lecturas y me dejo llevar por la satisfacción o la frustración según la cuenta final. Y, como en otras navidades, mi rechazo inicial a leer historias de ambientación al uso se convertirá en una inmersión a plomo. 

Al recordar hace un par de semanas cuánto disfruté con las “Mujercitas” de Louisa May Alcott, clásico título navideño en lo literario y lo cinematográfico, tomé tres decisiones: escribir sobre este libro que marcó mi infancia, hacerme con la edición íntegra que, publicada originalmente por Lumen, se editó después en un más accesible formato de bolsillo y, consecuentemente, releerlo. Y no he sido la única en recuperar este título: las Navidades parecen haber vuelto a reclamarlo y lo he encontrado en otros blogs, en la remembranza de las películas que ha hecho Marisa en Entre mil libros y en la reseña sobre “Las razones de Jo”, libro que recupera a una de sus protagonistas, hecha por María en Junto a una taza de té. No serán los únicos, seguramente.


Así todo, si hay una lista que verdaderamente me interesa y no dejo de compartir con los más cercanos, es la que escribo con letra clara para que se entienda bien: la de los libros que quiero que me regalen. 

Premio “Liebster Award”… a pares, ¡y van tres!

Al revisar el correo electrónico el domingo, después de tres días de estar casi desconectada, me encontré con una sorpresa, mejor dicho, dos: Marisa de Entre mil letras y Lady Aliena de Páginas y secretos me avisaban de que, en sendos comentarios en mi blog, me comunicaban dos nuevas nominaciones al Liebster Award. ¡Casi, casi hacen el papel de Mamá Noel!

Gracias, chicas. Sois estupendas. Lamento no haberos contestado antes, pero últimamente les faltan muchas horas a mis días.

Para seguir las normas que rigen esta cadena de premios, destinada a promocionar los blogs con menos de 100 seguidores, hay que:
- Dar las gracias al blog que te ha nominado y nombrarlo.
- Hacerte seguidor del mismo, si no lo eres ya.
- Responder a las 11 preguntas que te plantea.
- Conceder 11 nominaciones a otros 11 blogs.
- Informar a los 11 blogs de que les has nominado.
- Plantear 11 preguntas para que tus nominados respondan.

Así pues, responderé a las preguntas que me han planteado una y otra antes de continuar los deberes:

Notas de cata: John Steinbeck, Giulia Alberico, Terry Pratchett, A.S. Byatt, Stella Gibbons, Fiodor Dostoievski

Este mes intenté remontar un poco el ritmo de lectura, que últimamente parecía ralentizado y me fastidiaba un poco. Por suerte, he escogido buenas lecturas que me han ayudado al empujoncito. Aquí están mis impresiones.

EL AUTOBÚS PERDIDO. John Steinbeck 
Si hay algo que me gusta de Steinbeck es su capacidad para definir a los personajes, no sólo en lo meramente descriptivo sino a través de sus acciones, y en esta novela nos ofrece una colección de personajes de lo más variopintos. La historia, en sí, parece un catálogo de miserias humanas, pequeñas miserias cotidianas -mentiras y autoengaños, vanidades y debilidades- que vertebran una trama aparentemente sencilla, casi banal, que sirve para revelar todas esas fallas de carácter de los que nadie se libra.  No la contaría entre las mejores obras del autor, para mí le falta redondez, pero una obra menor de Steinbeck ya tiene un gran valor por sí misma.



LOS LIBROS SON TÍMIDOS. Giulia Alberico

Parece haberse puesto de moda la publicación de memorias literarias, porque últimamente me encuentro con muchos libros que reúnen recuerdos de libros. En este caso, la autora italiana recorre su infancia, sobre todo, rodeada de libros que van llenando las páginas, desdibujando cualquier otro tipo de recuerdo. Quizá el peso de los dos pequeños volúmenes de Clark Bremer que he leído recientemente ha obrado en contra de la lectura de Alberico, porque le he encontrado falto de algo; de atmósfera, creo, y de viveza. De un cierto hálito de intensidad que amalgamara esos fragmentos de memoria.
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