Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Recién llegados: "Por último, el cuervo", de Italo Calvino.

Por último, el cuervo. 
Italo Calvino

Tusquets Editores, 1990 (1ª edición).
Colección Andanzas

Título original: Ultimo viene il corvo. (1949)
Traducción: Aurora Bernárdez.
El conocimiento que, hasta ahora, tengo de Italo Calvino se centra en sus obras más fantásticas, de las que guardo buen recuerdo, y la inefable “Si una noche de invierno un viajero”, a la cual llegué de una forma bastante errática y que me dejó una huella de satisfecha inquietud. Esta pieza la he cobrado de un modo también fortuito, que me ha traído a la memoria una frase que aparece en la comedia musical “La alegre divorciada”: «Casualidad llaman los bobos al destino». Sin entrar en disquisiciones filosóficas sobre si esta afirmación es cierta o habría que darle la vuelta, si que hubo algo de casualidad o destino en su adquisición. A primeros de mes, justo cuando iniciaba mis vacaciones, un amigo me habló del libro en cuestión, que acababa de empezar a leer, y me picó la curiosidad. Menos de una semana después, husmeando entre los heterogéneos  expositores de las librerías que formaban parte de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Santander, mi impaciencia por no encontrar un título de mi agrado se apagó al ver este ejemplar todavía virgen, apenas cubierto por la ligerísima pátina propia de los libros relegados a las filas de los desatendidos. Precisamente este. Desembolsé los nueve euros que costaba con alegre desenfado y del librero recibí el volumen y un animoso comentario («buena elección», dijo con una sonrisa). Me fui contenta como una niña con un helado.
Ahora, apoyado al desgaire en un estante que no le corresponde, espera el momento de establecer conmigo una relación de complicidad y encontrar el hueco definitivo en mi pequeño harén de amores literarios.   

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