Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Por un artículo sobre D.E. Stevenson y la literatura británica femenina.

En el periódico El Mundo del pasado viernes encontré un artículo de Manuel Hidalgo dedicado a D. E. Stevenson, dentro de su Galería de imprescindibles, con motivo de la reciente publicación de la novela “El matrimonio de la señorita Buncle”. Sólo ver la cabecera me entusiasmó y me lancé de inmediato a zampármelo de principio a fin, emocionada.  Hace apenas un par de semanas que leí la novela en cuestión, llevada por el estupendo recuerdo de la que la precedía, “El libro de la señorita Buncle”.

Comentaba Hidalgo en el primer párrafo su impresión, «adquirida a ojímetro, de que los dos países que han proporcionado más mujeres escritoras a la literatura han sido Gran Bretaña  y Francia».  Idea que alguna vez ha pasado vagamente por mi cabeza, aunque no había llegado a verbalizarla, sobre todo en lo referido  a las británicas, entre las que se cuentan muchas de mis autoras favoritas (y precisamente en el artículo se citaban varias de ellas, desde Austen y Gaskell hasta Woolf y Mansfield).  

Al llegar al tercer párrafo me detuve para volver a leerlo.  Las escritoras británicas de ámbito popular, siempre según Hidalgo, se mueven entre dos corrientes de literatura, la de intriga criminal y la de amor romántico, entre el negro y el rosa… Y ahí ya no pude estar de acuerdo, aunque fuera la entrada para empezar a hablar en concreto de D.H. Stevenson, que era la parte adonde yo quería llegar. Pero, en cuanto leí ese enunciado tan taxativo, sonó un clic en mi cabeza. Seguí leyendo el artículo pero no podía dejar de pensar en su afirmación y de rebatirla mentalmente.

Al menos, al referirse a Stevenson reconocía que hay en «su pluma amable» más matices añadidos al lado rosa al que pertenece. En fin, no creo que se la pueda calificar de novela rosa o romántica, no en el sentido que se le da al subgénero tal como lo conocemos. Sus narraciones tienen un tono de comedia costumbrista y ligera y si, dentro del enredo de sus tramas, surge algún romance, eso no las convierte de forma automática en novelas rosas. Como no lo son las novelas de Jane Austen, Elizabeth Gaskell o George Eliot, ni las de Virginia Woolf o Ivy Compton-Burnett (de cuya escritura sí dice Hidalgo que es más crítica y mordaz, supongo que por ser más elevada). No son románticas Muriel Spark,  Angela Carter, ni Doris Lessing, ni siquiera Jeanette Winterson aunque nos hable de amor.  

Más adelante, una vez señalado que Stevenson fue, en su momento, una autora best-seller con una legión de seguidores con nombre propio (dessies) y tras la debida introducción biográfica, se adentró en lo más interesante: sus libros. Ahí el artículo se aceleró en una pendiente un tanto precipitada hacia su conclusión, centrándose en las dos novelas que, publicadas por la editorial Alba, originaron el artículo en cuestión. Y las calificó de obsequio y deliciosas, refiriéndose al costumbrismo y al humor sobre todo. Ahí le doy la razón completamente, alejado ya de las alusiones  a los tintes rosas.

Todo esto me hizo pensar, una vez más, en lo fácil que resulta categorizar o etiquetar las obras literarias en función de una parte, una pequeña parte en muchas ocasiones, de la temática que engloban. Como cuando veo designar, para mi desesperación, a las obras de mi admirada irónica Austen como románticas… Y es algo que se da, sobre todo, al tratar la literatura “femenina”, otro encasillamiento que ya ha dado lugar a páginas y páginas de polémica.

Gracias, de cualquier modo, Manuel Hidalgo por mostrar el encantador rostro de esta autora redescubierta y dejar que cualquiera que abriese las páginas del periódico pudiera encontrársela y desear conocerla mejor. 

Notas de cata: Jesús Carrasco, Mikhail Bulgákov, Jane Austen, Terry Pratchett, Oakley Hall.

¿Alguna vez se os han atascado las lecturas? No me refiero a un libro en concreto, de esos que no terminan de engancharte y a veces incluso abandonas, sino a eternizarte en una lectura que, para colmo, te está gustando. No sabes qué pasa, la cabeza está dispersa y esa sensación te desespera.
Afortunadamente no es algo que me suceda a menudo, pero este mes he caído en ese bache y me ha costado salir. Creo que, por fin, estoy recuperando el ritmo de lectura. De momento, aquí os dejo las notas de la reducida cata de este mes:


INTEMPERIE. Jesús Carrasco
Conciso y minucioso a un tiempo, este libro se bebe más que leerlo. Me dejé llevar por la exactitud del lenguaje y la crudeza de la historia de capítulo en capítulo, llena de admiración por la riqueza expresiva que termina por constituir un alarde un tanto abrumador.


EL MAESTRO Y MARGARITA. Mikhail Bulgákov
Este es un libro que, probablemente, hubiera disfrutado más en otro momento, leído de otra manera… Recorrido por un humor cáustico y surrealista que envuelve la carga de crítica política, requiere una lectura atenta aunque no reñida con el placer. Algún día volveré a él para releerlo sin cortapisas.


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