Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Entre los años (conclusiones e intenciones)

Cuando llega el cambio de año, es costumbre hacer balance de lo vivido durante el que se deja y, en un alarde de optimismo, una lista de propósitos para el que entra. Ya se sabe que la memoria es parcial y traicionera (excepto si la tuya es fotográfica, lo cual no estoy segura de que sea una suerte) y tiende a recordar unas cosas más que otras, a veces dependiendo del estado de ánimo, o a recolocar los recuerdos desde perspectivas a veces ligeramente distorsionadas. Así, el balance no siempre está vestido con los ropajes exactos de la realidad. En cuanto a los propósitos, ah, cuántos buenos deseos se vuelcan en ellos y qué pocas posibilidades hay de que pervivan todos.

En lo referente sólo a los libros, resulta más fácil cerrar el año con conclusiones objetivas: ahí queda lo leído, aquí lo escrito y por algún lado espera lo pendiente (lo miro de soslayo para no dejarme avasallar demasiado pronto). Las intenciones, como siempre, son tan buenas como para asfaltar varias veces el camino de ida y vuelta al infierno.

Para mí ha sido un año de lecturas variadas, incluso dispersas, durante el cual he vagabundeado entre los libros con inquietud hambrienta, devorando páginas y páginas sin sentir una pizca de indigestión, ni siquiera una leve molestia, y al llegar a estas alturas me siento bastante satisfecha. He encontrado bocados deliciosos, algunos dulces y otros picantes –me encanta el picante– que me han me han sabido a gloria; sólo por eso, ha merecido la pena degustar toda la carta.

Me he reconciliado con las novelas de misterio, que me habían dejado un poco empalagada tras un recorrido inacabado por tierras nórdicas, gracias a Harlan Coben y Tana French –espero seguir saboreándolos–. He viajado por el espacio con Lois McMaster Bujold, divirtiéndome con las aventuras de Miles Vorkosigan, lo cual me ha animado a reencontrarme con la ciencia ficción, un género que tenía bastante abandonado. La fantasía, sin embargo, me acompaña con frecuencia, desde las complejas historias de George R.R. Martin hasta las sátiras desopilantes de Terry Pratchett; las he disfrutado todas y voy a seguir disfrutándolas mucho tiempo. Otro inseparable compañero es el humor, tan de agradecer en estos tiempos, de los que he encontrado pequeñas exquisiteces debidas a E.F. Benson, D.E. Stevenson o Jincy Willet, entre otros, que van a continuar paseándose de mi mano. Y, tras revisitar a los clásicos Dickens, Collins o Gaskell, realmente me he relamido los bigotes como un gato con un plato de crema, y me relameré mucho tiempo más.

Espero y deseo que el 2013 sea un año productivo, en lo literario y en lo vital, en lo personal y en lo universal, y que podamos disfrutar de lo que la vida, dentro y fuera de los libros, nos pueda dar. Sin olvidar lo que nosotros podemos darle a ella, al mundo, para hacerlo un poco mejor cada día.
Y sonriamos. La sonrisa es la mejor arma contra la adversidad.

Feliz año a todos.

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