Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Cierre de año, apertura de miras.

No estaba segura de llegar a escribir una entrada de fin de año, con el tiempo atragantado entre el turrón y el cava y la concentración alborotada por el jaleo alrededor, y si finalmente estoy aquí escribiendo esto es porque quiero dejar constancia del balance tan positivo que ha tenido para mí este año como lectora y como contadora de lecturas.

En términos empresariales, podría decirse que se han cumplido los objetivos: la cifra de libros leídos ha sido relativamente alta (no he alcanzado los 100, como en otros años en que incluso los he rebasado con creces, pero 90 no me parece una cota desdeñable) y el nivel de las lecturas ha resultado notable. Tengo la sensación de haber elegido bien en casi todos los casos. Cada uno a su manera, los libros que han pasado por mis manos en este 2013 han tenido algo que decirme, algo que enseñarme, algo que guardarme; algunos con más intensidad y otros vagamente. Algunos tesoros que aguardaban su momento en las estanterías me hicieron desear haberlos leído antes, como “Pequeño, Grande” de Crowley. Otros llegaron para hacerse un hueco entre los indelebles, como las pequeñas memorias literarias de Mary Ann Clark Bremer. Y también ha habido relecturas, muchas a decir verdad, de historias que me calaron en el pasado, como las de Jane Austen o Shakespeare.  Ahora espero que mis elecciones del próximo año sean igual de certeras.

Entre mis propósitos para el año entrante está leer más autores patrios, que este año he tenido un tanto abandonados; leer más variado, en general. En estos días me he animado a participar en dos retos de lecturas, en la confianza de que no me costarán, pero además tengo un reto personal: abrirme a nuevos autores, profundizar en los apenas conocidos y no vallar mi perspectiva con los límites de los prejuicios.

Comencé este blog hace quince meses, casi dieciséis ya, un poco a lo tonto, como un modo de intercambiar impresiones sobre libros con unas cuantas amigas. En este periodo, he tenido la suerte de encontrar más gente con la que intercambiar esas impresiones y que, para mi sorpresa, se ha sentido a gusto en mi rinconcito y se ha quedado por aquí. Gente que ha dado vida y continuidad a mi patio de recreo. Esto ha supuesto un peso enorme en la columna de haberes a la hora de calcular el resultado: satisfactorio en grado sumo. Por eso no puedo acabar el año sin agradeceros vuestra compañía y ayuda. Esta es la razón por la cual he llegado hasta aquí, la que me ha empujado hasta esta entrada. Deciros:

¡Gracias por estar conmigo!


Y  feliz noche a todos.

¿Os tomáis una copa conmigo? Las he sacado para vosotros.


Reto "Serendipia recomienda 2014"

Allá voy. Otro reto. Nuevo año y nuevas costumbres. Me he dejado llevar porque… porque… para qué voy a engañarme, soy una chica fácil y no puedo disimularlo. Lo que sea por descubrir lecturas estimulantes.
Este reto, lanzado por el blog Serendipia, consta de dos fases. La primera, que consiste en recomendar tres libros poco conocidos que nos hayan gustado muchísimo, me ha costado bastante porque en cada uno me entraba la duda de hasta qué punto es o no poco conocido y, en caso de serlo, si resultará difícil localizarlo.
Finalmente, me he decidido por los siguientes títulos:
Buenos días, medianoche de Jean Rhys. Por su capacidad para diseccionar los sentimientos sin resultar sentimental.
La soledad de las parejas de Dorothy Parker. Por la manera de pintar con ironía las relaciones personales.
En Nadar-Dos-Pájaros de Flann O’Brien. Por su maravilloso humor surrealista y ácido.
Son lecturas antiguas, muy antiguas algunas, pero no las he olvidado y por eso las recomiendo. 
A finales de enero vendrá la segunda fase: se publicará la relación final de títulos y veré a cuáles me enfrento, qué libros y autores conoceré este año. Me muero de ganas por saberlo.


31 de diciembre de 2014:

Había varios libros en la lista que me apetecían, algunos incluso estaban anteriormente en mi lista de pendientes, pero no sé cómo me las he arreglado para que este reto se me fuera de las manos. El único libro que he leído ha sido "La puerta" de Magda Szabó, este mes de diciembre, que estará comentado en las notas de cata todavía por publicar.

Lamento no haber cumplido como esperaba, Mónica. Gracias por tu paciencia.

Reto "Escritoras Únicas"

Debe de ser que la efervescencia propia de la época me ha azuzado el atrevimiento y, por vez primera, me he animado a apuntarme a un reto. La verdad es que es un reto sencillo, muy sencillo: se cumple con la lectura de un solo libro de una de las autoras que proponen las creadoras del reto, Ana Blasfuemia, Marilú Cuentalibros y Meg Cazaestrellas.

No tiene ningún mérito por mi parte participar porque, como leo habitualmente libros escritos por mujeres, muchas de las escritoras que proponen están en mis listas: la de escritoras que me gustan y no me canso de leer y la de escritoras que tengo pendientes y quiero leer. Servirá, además, para conocer a alguna más.



Este será mi primer propósito lector para el año que está al caer y, a medida que vaya leyendo y reseñando libros de estas autoras, los iré relacionando en esta entrada.

De la lista propuesta por Ana Blasfuemia he leído y comentado: 
- 'En tierras bajas' de Herta Müller, en las notas de cata de febrero

De la lista propuesta por Meg Cazaestrellas:
- 'Iluminación y fulgor nocturno' de Carson McCullers, en las notas de cata de marzo
- '¿Quién ha visto el viento?' de Carson McCullers, en las notas de cata de abril
- 'El corazón es un cazador solitario' de Carson McCullers, en las notas de cata de mayo
(Sí, tenéis razón, me he vuelto repetitiva)
- 'Al faro' de Virginia Woolf, en las notas de cata de junio

De la lista propuesta por Marilú Cuentalibros:
- 'Moderato cantabile' de Marguerite Duras en las notas de cata de julio.
- 'Jezabel" de Irène Némirovsky en  las notas de cata de julio y, además, le hinqué el diente a gusto.

Animales de costumbres

Es curioso cómo tendemos a hacer estacional todo lo que nos rodea, cómo asociamos los objetos a cada momento o a una época determinada. Está claro, por ejemplo, que hay ropa de verano o de inverno en tanto abriga o resulta más fresca pero ¿por qué asociamos los colores a una u otra estacón? ¿Por qué la viveza del naranja tiene que acompañar a un día soleado y lo guardamos al llegar el tiempo umbrío, en vez de dejarle alegrar los días más oscuros?

Ahora llega la Navidad y las calles se ven inundadas de reclamos coloridos y luminosos, gentío desordenado y trampas para niños curiosos y padres incautos. La Navidad es, sobre todo (y dejando a un lado el aspecto religioso, el poco que le queda ya), una fiesta para los más pequeños. Por eso, las pantallas de cine se ven invadidas por aventuras mágicas y aleccionadoras y los escaparates de las librerías se pueblan de cuentos infantiles y cualquier otro título que, relacionado con las festividades, pueda venderse bien.

También la televisión toma el mismo rumbo y, en medio de los numerosos programas especiales, se reponen, año tras año, las mismas películas. Sólo que ya no son las mismas. Cuando era niña (y no tan niña) disfruté, Navidad tras Navidad y en diferentes versiones, con las peripecias de las hermanas March. Mi mente, siempre tan caótica, grabó el recuerdo de la admirable Jo con la imagen de Katharine Hepburn y el de Amy con una deslumbrante Elizabeth Taylor. Así de caprichosa soy. “Mujercitas” era un clásico navideño igual que “Qué bello es vivir”, incombustibles durante décadas.

En los últimos años hemos cambiado las películas aunque no la costumbre de reponerlas. Ahora, en cuanto la iluminación de las calles y la batuta de los centros comerciales inauguran oficialmente la temporada, volvemos a encontrar títulos como “Love Actually” o “The Holiday” (¿se les acabó el presupuesto en traductores, por cierto?), para entrar en ambiente. Definitivamente, somos animales de costumbres. 

El vicio de las listas

Llegados a estas alturas del año, parece inevitable la elaboración de listas de todo tipo, desde las que recogen lo hecho o visto a lo largo del año que se cierra hasta las que anuncian o prometen los propósitos del año por empezar. Reconozco el valor de las listas en cuanto a la organización se refiere (yo misma intento seguir las que preparo, aunque no siempre con éxito), pero como también estoy de acuerdo en que los excesos no son buenos, intento no hacer caso a la proliferación enumerativa que nos rodea estos días.

Las hay para todos los gustos: cifras de ventas y conclusiones, críticas y recomendaciones, éxitos y fracasos… Confieso que paso por encima de ellas sin prestarles mucha atención en la mayor parte de los casos. ¿Los diez libros que debería haber leído? ¿En base a qué, si ocho de ellos son lo más lejano a mis preferencias? Si nunca he confiado en las estadísticas, en estos casos menos que nunca. Que un libro se haya vendido mucho o poco no significa que se haya leído; al contrario, se puede haber leído un libro que no  se haya comprado (¡ah, ese tesoro que son las bibliotecas!). Por no hablar de la segmentación, o más bien la falta de segmentación, según el tipo de público. Que no, que no me convencen.

Entre las excepciones, se cuenta una lista que se publicó recientemente en el estupendo blog Las lecturas de Mr. Davidmore: “Libros que no tocaría ni con un palo”. Esa la leí con curiosidad malsana y me provocó una sonrisa mordaz y un fuerte sentimiento de empatía. La verdad es que las listas de David (porque en su blog hay muchas) las sigo casi todas.

Es tiempo, también, de recuentos y lecturas (o relecturas) de temporada, si el balance anual mejora los anteriores o no y si vamos a mimetizarnos con el entorno navideño recopilando títulos temáticos para acompañarnos estos días, entre los villancicos, el turrón y los encuentros familiares. Dos puntos en los que recaigo cada año: hace muchos que contabilizo las lecturas y me dejo llevar por la satisfacción o la frustración según la cuenta final. Y, como en otras navidades, mi rechazo inicial a leer historias de ambientación al uso se convertirá en una inmersión a plomo. 

Al recordar hace un par de semanas cuánto disfruté con las “Mujercitas” de Louisa May Alcott, clásico título navideño en lo literario y lo cinematográfico, tomé tres decisiones: escribir sobre este libro que marcó mi infancia, hacerme con la edición íntegra que, publicada originalmente por Lumen, se editó después en un más accesible formato de bolsillo y, consecuentemente, releerlo. Y no he sido la única en recuperar este título: las Navidades parecen haber vuelto a reclamarlo y lo he encontrado en otros blogs, en la remembranza de las películas que ha hecho Marisa en Entre mil libros y en la reseña sobre “Las razones de Jo”, libro que recupera a una de sus protagonistas, hecha por María en Junto a una taza de té. No serán los únicos, seguramente.


Así todo, si hay una lista que verdaderamente me interesa y no dejo de compartir con los más cercanos, es la que escribo con letra clara para que se entienda bien: la de los libros que quiero que me regalen. 

Premio “Liebster Award”… a pares, ¡y van tres!

Al revisar el correo electrónico el domingo, después de tres días de estar casi desconectada, me encontré con una sorpresa, mejor dicho, dos: Marisa de Entre mil letras y Lady Aliena de Páginas y secretos me avisaban de que, en sendos comentarios en mi blog, me comunicaban dos nuevas nominaciones al Liebster Award. ¡Casi, casi hacen el papel de Mamá Noel!

Gracias, chicas. Sois estupendas. Lamento no haberos contestado antes, pero últimamente les faltan muchas horas a mis días.

Para seguir las normas que rigen esta cadena de premios, destinada a promocionar los blogs con menos de 100 seguidores, hay que:
- Dar las gracias al blog que te ha nominado y nombrarlo.
- Hacerte seguidor del mismo, si no lo eres ya.
- Responder a las 11 preguntas que te plantea.
- Conceder 11 nominaciones a otros 11 blogs.
- Informar a los 11 blogs de que les has nominado.
- Plantear 11 preguntas para que tus nominados respondan.

Así pues, responderé a las preguntas que me han planteado una y otra antes de continuar los deberes:

Notas de cata: John Steinbeck, Giulia Alberico, Terry Pratchett, A.S. Byatt, Stella Gibbons, Fiodor Dostoievski

Este mes intenté remontar un poco el ritmo de lectura, que últimamente parecía ralentizado y me fastidiaba un poco. Por suerte, he escogido buenas lecturas que me han ayudado al empujoncito. Aquí están mis impresiones.

EL AUTOBÚS PERDIDO. John Steinbeck 
Si hay algo que me gusta de Steinbeck es su capacidad para definir a los personajes, no sólo en lo meramente descriptivo sino a través de sus acciones, y en esta novela nos ofrece una colección de personajes de lo más variopintos. La historia, en sí, parece un catálogo de miserias humanas, pequeñas miserias cotidianas -mentiras y autoengaños, vanidades y debilidades- que vertebran una trama aparentemente sencilla, casi banal, que sirve para revelar todas esas fallas de carácter de los que nadie se libra.  No la contaría entre las mejores obras del autor, para mí le falta redondez, pero una obra menor de Steinbeck ya tiene un gran valor por sí misma.



LOS LIBROS SON TÍMIDOS. Giulia Alberico

Parece haberse puesto de moda la publicación de memorias literarias, porque últimamente me encuentro con muchos libros que reúnen recuerdos de libros. En este caso, la autora italiana recorre su infancia, sobre todo, rodeada de libros que van llenando las páginas, desdibujando cualquier otro tipo de recuerdo. Quizá el peso de los dos pequeños volúmenes de Clark Bremer que he leído recientemente ha obrado en contra de la lectura de Alberico, porque le he encontrado falto de algo; de atmósfera, creo, y de viveza. De un cierto hálito de intensidad que amalgamara esos fragmentos de memoria.

Recién llegados: Pérfida Albión o mi debilidad por la literatura británica, de nuevo

Ya lo he reconocido antes, la literatura británica es una debilidad en la que recaigo con mucha, quizá demasiada, frecuencia. No sé qué tiene que me puede. En este mes que tan largo se me ha hecho, me he vuelto a dejar vencer por ella, en tres formas diferentes.  

Me vestiré de medianoche. Terry Pratchett
Fantascy, 2013
Título original: I Shall Wear Midnight
Traducción: Manu Viciano

Esto era inevitable, por supuesto. Desde el momento en que se publicó la última entrega de las aventuras de Tiffany Dolorido era sólo cuestión de tiempo que acabara en mis manos. Aunque esta serie esté destinada a un público juvenil, no deja de ser Pratchett y desbordar su humor sardónico, lo cual es ya suficiente para tener un hueco asegurado en mi estantería. Además, si no se lo hiciera yo, estoy segura de que los Pequeños Hombres Libres alborotarían por entre todos los estantes, la inefable Tata Ogg bailaría un zapateado alrededor y Yaya Ceravieja arquearía una ceja mayestática para obligar a que el resto de los libros se doblaran a su paso.


Inocencia. Penelope Fitzgerald
Editorial Impedimenta, 2013
Título original: Innocence
Traducción: Pilar Adón

La “culpa” de esta adquisición la tuvo la librería Atticus Finch en la que pasé tan buen rato hace dos sábados. Después del café, la charla y las risas, no podía irme sin llevarme un recuerdo de allí. Después de un breve deambular, me decidí por esta novela de Fitzgerald que, desde hace unos meses, aleteaba seductoramente las páginas cuando pasaba cerca de ella. Cierto es que la autora me dejó un tanto decepcionada con otra novela suya que leí con anterioridad, con unas expectativas puestas en ella que no se cumplieron. A pesar de esto, decidí aventurarme.

Diario de una dama de provincias. E.M. Delafield
Libros del Asteroide, 2013.
Título original: Diary of a Provincial Lady
Traducción: Patricia Antón

El humor de apariencia irónica fue lo que me atrajo de esta novela desde la primera ojeada, el que lleva a la sonrisa burlona, según se desprende de los extractos de la contraportada. Me hizo pensar en “El libro de la señorita Buncle” que tanto me hizo disfrutar y apunté el título en mi lista de deseos. Luego empecé a leer reseñas que me fueron aguijoneando las ganas, en Cargada de libros y en Carmen y amig@s. No pude resistirme más: este fin de semana me hice con él.


Espero poder contaros pronto mis impresiones de ellos. 

Combinando placeres: libros, cafés y copas

Cuántas veces nos hemos sentado en una cafetería a disfrutar del sabor de un café ­(o un té, o un refresco) y el placer de la lectura, a veces tan embebidos por el embrujo de las palabras que el calor se diluye en la taza antes de que terminemos de llevárnosla a los labios, el hielo se deshace en el vaso y agua su contenido. A veces, si estamos esperando a alguien, cuando esa persona llega nos rompe el momento de magia y nos hace desear que hubiera tardado un poquito más, lo justo para acabar una página, una escena, un capítulo. Y es que ese momento de relajación, sentada a una mesa con la bebida a un lado y el libro al otro, es uno de esos preciosos momentos de deleite con que la vida nos regala.

Para alegría de muchos, se están haciendo habituales los espacios que, aunando libros, cafés y copas, te ofrecen compartir esos deliciosos momentos, propuestas de lo más interesantes que te pueden hacer pasar horas de disfrute olvidándote del mundo que existe ahí fuera. En estos últimos días he conocido dos de ellos, de reciente andadura, que recomiendo visitar.   

El bibliobar TÍA TULA está en Galapagar (Madrid), en la plaza de la Iglesia, y supone un novedoso planteamiento para lo que se acostumbra en un pueblo de estas características. Los dueños, poseedores de una biblioteca personal bien provista, te dan la posibilidad de leer sus libros en sus mesas, acomodado en los confortables sofás que te hacen sentir en el salón de tu casa, mientras te tomas un café o un gin-tonic, o de llevártelos en préstamo a tu casa. Además, puedes participar en actividades culturales y lúdicas de las cuales te informan, si lo deseas, a través del boletín mensual que te envían por correo electrónico si lo solicitas. Puedes participar en tertulias de libros o jugar al mus, por ejemplo, según los días. Es un sitio de lo más agradable al que acudir a pasar la tarde y alternar por la noche o, los fines de semana, a la hora del aperitivo.

Situada en una de las zonas de ambiente más concurridas de Madrid, en la C/ La Palma, te encuentras la librería ATTICUS FINCH. Aparte de la zona de libros, el local dispone de una salita donde, a la vez que contiene exposiciones periódicas de pintura e ilustraciones, puedes sentarte a conversar y tomarte un té chai o una copa de vino en tanto decides cuáles de los libros que pueblan sus estanterías va a ser tu trofeo. Volúmenes maravillosos te tientan desde allí, pequeños tesoros de editoriales como Impedimenta o El Zorro Rojo, hermosamente ilustrados. Cuentacuentos, presentaciones, talleres y eventos culturales diversos tienen lugar bajo la coordinación de Eva, artífice de este proyecto. Un lugar lleno de encanto, lo mires como lo mires.


¿Nos encontraremos por allí, uno de estos días?

Notas de cata: Paul Auster, Terry Pratchett, Mary Ann Clark Bremer, Goran Petrovic, Thomas Wolfe.

Este último mes ha sido un poco complicado y tanto el ritmo de lectura como el de actualización del blog se han visto ralentizados a mi pesar. Aun así, he podido pasar ratos maravillosos con los libros escogidos y, gracias a la lectura de Pratchett que estoy haciendo mensualmente con un estupendo grupo de gente, puedo recomendar a este autor como un buen antídoto contra el tedio en las salas de espera de las consultas médicas. Espero que mis impresiones os sirvan.


EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS. Paul Auster

Llevaba años sin leer a Paul Auster y he vuelto a él con la relectura de esta inquietante distopía que, en su momento, me hizo dejarlo a un lado en busca de libros menos amargos. Los años no me han hecho cambiar la visíon y, una vez más, lo he encontrado desasosegante, cínico y aterradoramente lúcido. Tiene una escritura que engancha y un trasfondo para hacer pensar y temblar. Sólo por eso, ha merecido la pena releerlo.



NACIÓN. Terry Pratchett

Esta es una obra diferente a las que nos suele tener acostumbrados Pratchett, no sólo por quedar fuera del célebre ciclo del Mundodisco. Enmarcada en una realidad histórica alternativa aunque llena de toques verosímiles que la alejan de la fantasía típica de él, se desarrolla una novela de aventuras, de iniciación y de madurez. Sin perder ese humor irónico que le es propio, aunque esta vez más sutil y con un regusto algo amargo. Quizá el saber que fue la novela que escribió tras diagnosticarle Alzheimer haga leerla y entenderla con otros ojos. Es, de cualquier modo, estupenda.

Recién llegados: "Un inconveniente" de Mary Cholmondeley y "Los libros son tímidos" de Giulia Alberico


Un inconveniente. Mary Cholmondeley
Editorial Periférica, 2011.

Título original: The Pitfall
Traducción: Israel Centeno

Un inconveniente comienza con la imagen de una mujer sentada cerca de una ventana abierta, en su tocador azul y blanco… a principios del siglo XX. Cholmondeley (léase Chumly) contrapone dos estereotipos femeninos: el de Lady Mary Carden, rubia, elegante, delicada, correcta, cariñosa, dulce, intachable, religiosa, treintañera, y el de Elsa Grey, muy joven, morena, esbelta, hosca, impenetrable, proveniente de una familia problemática, turbia y seductora, con un punto salvaje. Mary y Elsa se ven complicadas en una trama sentimental, cuyos hilos forman triangulaciones posibles.

En apenas cinco o seis momentos impecables por su economía, por su medida de las palabras y por su intensidad sensorial, la mirada autocrítica de la autora, su bisturí, saca a la luz, entre los corsés y faldones, las escondidas entrañas –dignas de piedad pero también de recriminación– de mujeres diferentes.

Incluso en la constatación de esa diferencia la modernidad de la autora es apabullante. Cholmondeley no aborda una feminidad única. Su mirada no simplifica… El lector contemporáneo deberá decidir quién es la víctima y quién el verdugo.




Los libros son tímidos. Giulia Alberico
Editorial Periférica, 2011.

Título original: I libri sono timidi
Traducción: Francisco de Julio Carrobles

Un autobús que no puede partir a causa de la nieve, una niña, sus primeros libros... Es éste un bellísimo texto en primera persona donde Giulia Alberico, hija de una maestra rural a la que siguió por diferentes pueblos y escuelas, nos habla, en un relato magnético y maravilloso, de su amor por los libros: la autobiografía de una lectora a través de los títulos que la han acompañado desde que era niña y adolescente (en la Italia de los años 50 y 60), hasta el día de hoy. Libros universales que muchos de nosotros hemos leído también; o libros que querremos leer enseguida una vez cerremos éste. Para todos los gustos, y de todas las épocas. Y libros a los que la autora se acerca como muchos de nosotros: primero tocándolos, oliéndolos...
Giulia Alberico es una perfecta «conversadora» para pasar una tarde hablando de algunos de nuestros viejos autores favoritos..


Lo sabía. Desde el momento en que el primer libro de la editorial Periférica cayó en mis manos, tuve la certeza de que en ella encontraría más de un buen bocado con que alimentar mi hambre lectora y, efectivamente, así está siendo. Me está descubriendo autores que lamento no haber conocido antes porque están llenando mis lecturas de momentos muy especiales. Desde aquí, una reverencia virtual en agradecimiento a las presentaciones.

Hasta hace un par de meses no tenía la menor idea de quién era Mary Cholmondeley y, a estas alturas de la vida, me entero de que Henry James admiraba sus narraciones. ¡Henry James, nada menos! Así que me he propuesto conocer un poco a esta autora británica a través de esta nouvelle  que reescribió una y otra vez. Quiero saber qué la hacía tan importante para ella y hasta qué punto, escritura tras escritura, dejó su alma en ella.



Giulia Alberico es otra desconocida, pero sólo el título de su breve novela atrajo mi atención. ¿Tímidos, los libros, que se abren a cualquiera que les toque?  Luego, al leer la contraportada terminó de cautivarme: un libro sobre libros, otro más para mi colección. Eché a un lado las comparaciones con otras obras, que por lo general detesto, y me apoderé del pequeño volumen, dispuesta a combatir la timidez que pueda tener. Estoy segura de que se va a abrir a mí. 

Fuentes: Los textos en cursiva, como siempre, están extraídos de las contraportadas de los libros. 

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Premios LIEBSTER AWARD 2013.

En estos días me he llevado la sorpresa de la nominación, por parte del blog ¿Qué estás leyendo?, en los premios LIEBSTER AWARD que se concede entre blogs de creación reciente o pocos seguidores para contribuir a su difusión. Agradezco a su autora que se haya fijado en mi pequeña colección de impresiones lectoras. Es emocionante ver que hay gente dispuesta a seguir mis desvaríos en la red.
Las bases del premio LIEBSTER AWARD son:
- Dar las gracias al blog que te ha nominado y nombrarlo.
- Hacerte seguidor del mismo.
- Responder a las 11 preguntas que te plantea.
- Conceder 11 nominaciones a otros 11 blogs.
- Informar a los 11 blogs de que les has nominado.
- Plantear 11 preguntas para que tus nominados respondan.
Desordenada como soy, una vez cumplidos los dos primeros puntos (no por ese orden) voy a pasar al cuarto y enumerar
Mis nominados al Liebster Award:
  1. Evadirse leyendo
  2. Libros desde cualquier rincón
  3. Entre mis libros
  4. Pienso… luego escribo
  5. Susurros de bibliotecas
  6. Cuentos de Nelly
  7. Juguetes del viento
  8. Leyendo entre nubes
  9. El mar de letras
  10. Listas de libros
  11. Cuentos en mi desván


Que tendrán que contestar a las siguientes preguntas:
  • -          ¿Por qué lees?
  • -          Te quita las ganas de leer…
  • -          ¿Cuál es tu libro perfecto?
  • -          ¿Reconocerías que no puedes aguantar a alguna de las “vacas sagradas” de la literatura?
  • -          ¿Y te avergüenza alguna de las lecturas que te han gustado?
  • -          ¿Los libros tienen banda sonora?
  • -          Si fueras un libro, serías…
  • -          ¿Qué te empuja a escribir sobre los libros?
  • -          Para recomendar un libro, lo que más valoras…
  • -          ¿Qué te gustaría que escribieran sobre ti?
  • -          ¿Tienes alguna meta marcada para tu blog?



Y, por último, contestaré a las que ¿Qué estás leyendo? me ha planteado a mí:

Mundos paralelos y planetas en colisión: las lecturas simultáneas

Últimamente he desarrollado la costumbre, empiezo a creer que poco sana, de leer varios libros a la vez. No es que antes no simultaneara lecturas de tanto en tanto, en especial si se trataba de aligerar una obra de densidad abrumadora con algo más liviano o insustancial. Alternar un ensayo sobre mitopoética, por ejemplo, con una antología de relatos policíacos que se puede ir intercalando para animar los capítulos más espesos. Disfrutar con desahogo, en el sillón, del pesado volumen que contiene la correspondencia de Jane Austen mientras, en el transporte público, me zambullo en una novela de ciencia ficción cuya edición de bolsillo me cabe en el bolso. Respirar entre vorágines de datos históricos y a veces sanguinarios con un soplo de poesía. Ese tipo de cosas. Nada que no hagamos todos de vez en cuando.

Otra cuestión es hacer malabares con los libros. No de forma literal, claro está; sólo me faltaba verme con tres o cuatro libros entre las manos (para empezar, no sé cómo los sujetaría) y lanzarlos al aire para empujarlos a volar como si las páginas fueran alas. Se estrellarían en el suelo con toda seguridad. Y odio hacerle daño a un libro. Sé que le oiría quejarse y el remordimiento no me dejaría dormir. Es más un tema de logística lectora o, sin paños calientes, organizarme mejor.

Quizá peco en ocasiones de optimismo, porque estoy acostumbrada a leer con cierta rapidez y se me olvida que no todos los libros conllevan el mismo ritmo o que no siempre tengo el mismo ánimo cuando me pongo con ellos. Ha habido relecturas que me han llevado el doble de tiempo que el primer contacto por detenerme más en los detalles, deleitarme en párrafos o capítulos enteros que me gustaron en especial o, simplemente, porque me pillan en días de ajetreo o de cansancio. Libros contra los que he tenido que pelearme para poder llegar al final. Otros que, a pesar de su extensión, te arrastraban a un ritmo vertiginoso hasta acabarlos mucho antes de lo previsto. No siempre se puede predecir la duración. En esos momentos la relatividad del tiempo te engulle, los libros se convierten en agujeros negros y te dejas llevar, sin mirar el reloj ni el calendario, hasta que la realidad te da un capirotazo en el cogote para sacarte de esa espiral de estrellas brillantes. A veces, algunas de esas lecturas tropiezan unas con otras en la misma línea temporal. Y entonces tu confianza estalla como una enana blanca. Oh, desastre.

Los cálculos han fallado. La órbita de las lecturas ha sufrido una variación y trescientas páginas ya no equivalen a tres días de transporte público. Sólo te queda prepararte para el impacto o arreglártelas para pilotar los libros en paralelo.  Allá vamos. Directos al hiperespacio. A la velocidad de la oscuridad.*

Ah, pues al final no ha sido para tanto. Lo que tomé por cataclismo se ha quedado en pequeño inconveniente no tan difícil de sobrellevar. Por esta vez. En la siguiente, quién sabe. No sería de extrañar que, en algún momento, Catherine Morland saliera disparada, en uno de sus alardes de imaginación, en una nave estelar como segundo de a bordo del Comandante Miles Vorkosigan, para pergeñar entre los dos mil y una intrigas conspiratorias con que entretener cada noche al sultán a cambio del caldero de la sabiduría de Cerridwen…


* Pratchett dixit: «No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando».

Notas de cata: Irène Némirovsky, Susanna Clarke, Wilkie Collins, Flann O'Brien, Eudora Welty, John Scalzi, Elizabeth Taylor.

En la variedad está el gusto, dicen, y la verdad es que este mes me han gustado todas las lecturas que escogido y que han sido de lo más variadas, desde una Inglaterra decimonónica llena de intrigas hasta un futuro interestelar no menos intrigante, pasando por el camino por diversos tiempos y países.


SUITE FRANCESA. Irène Némirovsky
Obra inconclusa pero lo bastante coherente para que la historia no resulte incompleta, refleja la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. La primera parte, coral, ofrece una visión de París en los momentos previos a la invasión y dibuja una colección de estratos sociales, caracteres y reacciones ante los acontecimientos con trazo firme y al tiempo delicado. La segunda, que transcurre en un pequeño pueblo ya durante la ocupación, pone al descubierto la cualidad humana de los alemanes en su convivencia con los reticentes franceses que, sin aceptarlos, los tratan cada día. Es una lástima que no pudiera ser acabada porque me hubiera gustado seguir leyéndola.

JONATHAN STRANGE Y EL SEÑOR NORRELL. Susanna Clarke
Situada en una Inglaterra de la Regencia donde la magia es algo más que una fantasía, esta novela es una de las mejores obras de fantasía de los últimos años. Con un estilo adecuado a la narrativa de la época, llena de personajes cuidadosamente definidos, el ritmo justo para cada pasaje y tan bien engranada que cada acontecimiento enlaza a la perfección con los demás, y todo lo que pasa tiene un motivo y un sentido, el resultado es redondo. Una maravilla para los paladares exquisitos.

Notas de cata: William Shakespeare, Okamoto Kido, John Mortimer, Pilar Adón, Ivan Klíma, Richard Ford, Terry Pratchett.


Mis últimas excursiones por los clásicos me han llevado un poco más atrás en el tiempo, esta vez, concretamente a la literatura isabelina. He de confesar que han sido las lecturas en grupo de Pratchett las que me han hecho volver a él, dadas las referencias que hay en algunos de los libros que he compartido últimamente. Otro mes muy productivo en lecturas, desde luego.


EL REY LEAR. William Shakespeare.
No había vuelto a leer esta tragedia histórica desde mi adolescencia, por lo que en cierto modo ha resultado nueva. Mi perspectiva actual ve caprichoso el genio del rey, transformado a momentos en poco más que un bufón, y a Cordelia como una comparsa cuya bondad resulta demasiado blanda. Sigo prefiriendo las comedias, sin duda alguna.

HANSHICHI.  Okamoto Kîdo
Curiosa colección de relatos policíacos decimonónicos de la cultura japonesa en los que el misterio se tiñe de tintes sobrenaturales. Desde nuestra perspectiva actual   –e incluso comparándolos con sus contemporáneos británicos de Sherlock Holmes– pueden resultar algo ingenuos, pero no dejan de ser entretenidos. Merece la pena leerlos y dar una vuelta por el Tokio del siglo XIX.

Fuera de temporada: cuando se está al margen de las modas

Todo está de alguna manera sujeto a las modas desde el momento en que todo, o prácticamente todo, es hoy en día un producto de consumo. Da igual que hablemos de ropa, de música o incluso de pensamiento: en cualquier momento prende la chispa de una idea y se desata la hoguera de una tendencia. No es precisa la originalidad; de hecho, cuando se alcanza el grado de incendio, lo original es un concepto tan alejado de la norma predominante como la astronomía para un primate. Se lleva el color rojo o la comida japonesa y tu mundo se tiñe de escarlata mientras te ofrecen sushi para desayunar. La moda se impone. Incluso en los libros.

Un rápido vistazo a las novedades de las librerías, a las reseñas en revistas y blogs y a las manos de los lectores nos mostrará la tendencia de la temporada. Yendo un poco más allá, se pueden categorizar esas tendencias y al público que las sigue, pues no todas llegan por igual a todas las personas (si se definen las tendencias en función del público a quienes están destinadas o, por el contrario, se define al público a través del consumo del producto daría para otra discusión). La lectura se ha convertido en un indicador social más, de algún modo, y no sólo en tanto se es lector o no, sino en cuanto a qué libros se leen. Ha pasado a formar parte del estilo de vida, como la manera de vestir o el alternar en determinados ambientes.

Cuando se reúne un grupo de gente con cierta cercanía o afinidad, se va a hablar de la serie que todo el mundo ve, el libro que todo el mundo lee y el restaurante al que todo el mundo va… todo el mundo de su entorno, se entiende. Y a quien no secunda la moda imperante dentro del grupo se le mira con extrañeza, incluso con condescendencia. Si estás a la última en lecturas sociales, tienes que haber leído alguno de los libros que saturan las listas de más vendidos, sea romanticismo calentorro o aventuras de tintes históricos plagadas de personajes recurrentes. Si formas parte de un círculo algo más intelectual, no puedes dejar de tener en tu haber algunos títulos o autores de los que llaman “de culto” y cuentan con cierta celebridad y, a poder ser, algún premio reputado. Si no has leído nada de eso, permíteme que te diga que eres un bicho raro, probablemente un esnob, te gusta ir a contracorriente y quieres llamar la atención. Como un albaricoque en pleno invierno, estás fuera de temporada.

Una casa con muchas puertas



La mente es para mí como una casa: llena de estancias de varios tamaños, algunas diáfanas y otras compartimentadas, a veces abiertas a corredores que las unen o a pasadizos que no llevan a ninguna parte y, en ocasiones, cerradas con puertas a cal y canto. Unas están vacías o con grandes espacios que esperan llenarse mientras otras están más o menos amuebladas, adornadas e incluso abarrotadas de trastos, no todos de utilidad. A veces se encuentran las cosas a la primera, a veces hay que hurgar y escarbar hasta dar con lo que una busca… Y últimamente tengo la impresión de que lo último es más habitual. Quizá hay habitaciones donde la montonera rebosa peligrosamente y debería limpiar un poco. Lo cierto es que, cuando cruzo las puertas, puedo encontrar cualquier cosa.

Ilustración: "Mañana en Cape Cod", Edward Hopper (1950)

Notas de cata veraniegas

Sí, ya lo sé, el verano no ha acabado todavía… No hasta el veintiuno de septiembre, en que el equinoccio de otoño lo haga oficial. Pero, reconocedlo, la ligereza estival ha quedado superada por el regreso a la rutina cotidiana: el trabajo, las clases, la casa, ese día a día que a veces se nos resiste y nos empuja a cerrar los ojos para imaginar que aún estamos tirados al sol, o recorriendo un monte, o fotografiando un paisaje exótico. Hace tres semanas estaba contemplando el brillo del sol en el mar, piensas, antes de abrir los ojos y encontrarte el brillo del fluorescente sobre un archivador que necesita con urgencia frotarlo con un trapo.


En fin, que septiembre está aquí. Nuevo curso, nuevas perspectivas, nuevas lecturas. Mientras nos ponemos a ello, aquí os dejo mis impresiones acerca de las lecturas en estos dos meses de calor y dispersión. He fallado con los clásicos: sólo ha caído uno, aunque excelente. En general, el balance ha sido positivo porque he encontrado libros que me han dejado encantada. Aquí los tenéis:

EL MATRIMONIO DE LA SEÑORITA BUNCLE. D.E. Stevenson
Continuación del divertido enredo que fue “El libro de la señorita Buncle”, es entretenido y despierta la sonrisa, pero ha perdido peso. Le falta la frescura del primero, esa chispa desquiciada que teñía su humor con una pizca de ferocidad. Barbara ha crecido y se ha reposado; la escritura también. Algo más costumbrista, sigue haciendo sonreír pero se echa de menos ese punto de locura que me enganchó en la anterior. De cualquier modo, espero que Alba nos obsequie con el siguiente paso en el crecimiento de la estrafalaria Buncle.

EL FANTASMA ENAMORADO. Jonathan Carroll

Primer contacto con Carroll, de quien había recibido muchas y buenas referencias, no me ha decepcionado en absoluto. Esta fantasía surrealista y encantadora, bañada por el toque justo de diversión y de ternura, me ha hecho desear seguir conociendo la obra del autor. Humor y amor extraños que vuelven del revés la realidad, personajes que se calzan la extravagancia para recorrer con ella las páginas, un más allá demasiado cercano… efervescente y refrescante, el combinado entra de un trago.

Verano y libros


Todos los años, antes de que despunte el verano, mis propósitos lectores para el tiempo de la calorina son de lo más ambicioso y, a veces, me llevan a plantearme preguntas acerca de las cualidades generalmente buscadas para las lecturas estivales. Por ejemplo: ¿por qué esa relación verano – libro ligero? ¿Porque el calor nos derrite la neurona y nos merma el intelecto? ¿Porque la posición horizontal en la tumbona o la toalla nos hace caer en ensoñaciones que nos apartan del pensamiento sesudo? ¿Porque la relajación deviene en dispersión y las jarras de sangría impiden la concentración? Preguntas de hondo calado metafísico, claro está, cuyas respuestas surgen por sí mismas y a sí mismas se prueban empíricamente.

¿Qué es lo que esperamos realmente de lo que llamamos, de una forma muy general, lecturas veraniegas? Un rato entretenido, sin más, que nos aleje de la realidad a la cual pretendemos dar el esquinazo durante unos días. Un poco de intrascendencia, como dice una amiga, y de banalidad. Aventuras, enredos, amoríos, exotismo, humor… Y si todo está mezclado, mucho mejor. Cócteles al gusto del consumidor: se beben con facilidad y dejan buen sabor.  

Priman las tramas de intriga, como si la búsqueda del bronceado perfecto y la del asesino de turno fueran a la par, aunque no es así; si el libro te engancha en la playa, tienes muchas probabilidades de lucir un moreno unilateral (cuando no un rojo rabioso) en la espalda. Los romances también bullen (y nunca mejor dicho en estos últimos tiempos) por los rincones, preferiblemente con un toque sobrenatural o de morbo. Al fin y al cabo, los temas clásicos: Tanatos y Eros, muerte y amor. A veces acompañados por la risa, o al menos una sonrisa, tan necesaria para la supervivencia en el día a día.

Hace mucho que no leo una buena novela de misterio, me doy cuenta; después de una sobredosis de tramas policíacas en los dos años anteriores, las dejé a un lado por un tiempo y quizá sea momento para retomarlas. Hay un par de ellas que me han recomendado últimamente. Además tengo pendientes unos cuantos títulos apetecibles que he ido acumulando en estos meses y las vacaciones son el momento perfecto para ponerme con ellos. Siempre hay un hueco donde encajarlos. 
   
Deslumbrada por el sol radiante, parece que no aprendo: me preparo una lista de lecturas que más parece una boa constrictor y, según va avanzando la estación, me doy cuenta de que he vuelto a caer en el optimismo más desaforado. Las palabras “tiempo” y “relax”, que desde la jornada laboral uno define como «horas vacías» y «ociosidad y letargo», en el periodo vacacional se convierten en «actividades continuas» y «animación y desparrame». Todas las buenas intenciones en cuanto a leer y escribir como nunca se quedan reducidas a eso, a intenciones. Las pilas de libros por leer no parecen menguar en absoluto; por el contrario, veo que el montón de adquisiciones ha crecido en altura y tengo que reacomodar las piezas. En mi libreta se dispersan pequeñas notas inconexas que no alcanzan, ni de lejos, la calificación de “bosquejo de entrada” o “guión para relato”. Qué desvergüenza la mía.


Mi lista se ha ido al garete, todas esas recomendaciones y anti-recomendaciones han quedado a un lado, mis retos personales están desdibujados por el sol y la diversión estivales, la informalidad me ha vencido otra vez. Es momento de hacer propósito de enmienda, lo sé, sin embargo, entre tanto… ¡lo que he estado disfrutando!

Recién llegados: "Por último, el cuervo", de Italo Calvino.

Por último, el cuervo. 
Italo Calvino

Tusquets Editores, 1990 (1ª edición).
Colección Andanzas

Título original: Ultimo viene il corvo. (1949)
Traducción: Aurora Bernárdez.
El conocimiento que, hasta ahora, tengo de Italo Calvino se centra en sus obras más fantásticas, de las que guardo buen recuerdo, y la inefable “Si una noche de invierno un viajero”, a la cual llegué de una forma bastante errática y que me dejó una huella de satisfecha inquietud. Esta pieza la he cobrado de un modo también fortuito, que me ha traído a la memoria una frase que aparece en la comedia musical “La alegre divorciada”: «Casualidad llaman los bobos al destino». Sin entrar en disquisiciones filosóficas sobre si esta afirmación es cierta o habría que darle la vuelta, si que hubo algo de casualidad o destino en su adquisición. A primeros de mes, justo cuando iniciaba mis vacaciones, un amigo me habló del libro en cuestión, que acababa de empezar a leer, y me picó la curiosidad. Menos de una semana después, husmeando entre los heterogéneos  expositores de las librerías que formaban parte de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Santander, mi impaciencia por no encontrar un título de mi agrado se apagó al ver este ejemplar todavía virgen, apenas cubierto por la ligerísima pátina propia de los libros relegados a las filas de los desatendidos. Precisamente este. Desembolsé los nueve euros que costaba con alegre desenfado y del librero recibí el volumen y un animoso comentario («buena elección», dijo con una sonrisa). Me fui contenta como una niña con un helado.
Ahora, apoyado al desgaire en un estante que no le corresponde, espera el momento de establecer conmigo una relación de complicidad y encontrar el hueco definitivo en mi pequeño harén de amores literarios.   

Por un artículo sobre D.E. Stevenson y la literatura británica femenina.

En el periódico El Mundo del pasado viernes encontré un artículo de Manuel Hidalgo dedicado a D. E. Stevenson, dentro de su Galería de imprescindibles, con motivo de la reciente publicación de la novela “El matrimonio de la señorita Buncle”. Sólo ver la cabecera me entusiasmó y me lancé de inmediato a zampármelo de principio a fin, emocionada.  Hace apenas un par de semanas que leí la novela en cuestión, llevada por el estupendo recuerdo de la que la precedía, “El libro de la señorita Buncle”.

Comentaba Hidalgo en el primer párrafo su impresión, «adquirida a ojímetro, de que los dos países que han proporcionado más mujeres escritoras a la literatura han sido Gran Bretaña  y Francia».  Idea que alguna vez ha pasado vagamente por mi cabeza, aunque no había llegado a verbalizarla, sobre todo en lo referido  a las británicas, entre las que se cuentan muchas de mis autoras favoritas (y precisamente en el artículo se citaban varias de ellas, desde Austen y Gaskell hasta Woolf y Mansfield).  

Al llegar al tercer párrafo me detuve para volver a leerlo.  Las escritoras británicas de ámbito popular, siempre según Hidalgo, se mueven entre dos corrientes de literatura, la de intriga criminal y la de amor romántico, entre el negro y el rosa… Y ahí ya no pude estar de acuerdo, aunque fuera la entrada para empezar a hablar en concreto de D.H. Stevenson, que era la parte adonde yo quería llegar. Pero, en cuanto leí ese enunciado tan taxativo, sonó un clic en mi cabeza. Seguí leyendo el artículo pero no podía dejar de pensar en su afirmación y de rebatirla mentalmente.

Al menos, al referirse a Stevenson reconocía que hay en «su pluma amable» más matices añadidos al lado rosa al que pertenece. En fin, no creo que se la pueda calificar de novela rosa o romántica, no en el sentido que se le da al subgénero tal como lo conocemos. Sus narraciones tienen un tono de comedia costumbrista y ligera y si, dentro del enredo de sus tramas, surge algún romance, eso no las convierte de forma automática en novelas rosas. Como no lo son las novelas de Jane Austen, Elizabeth Gaskell o George Eliot, ni las de Virginia Woolf o Ivy Compton-Burnett (de cuya escritura sí dice Hidalgo que es más crítica y mordaz, supongo que por ser más elevada). No son románticas Muriel Spark,  Angela Carter, ni Doris Lessing, ni siquiera Jeanette Winterson aunque nos hable de amor.  

Más adelante, una vez señalado que Stevenson fue, en su momento, una autora best-seller con una legión de seguidores con nombre propio (dessies) y tras la debida introducción biográfica, se adentró en lo más interesante: sus libros. Ahí el artículo se aceleró en una pendiente un tanto precipitada hacia su conclusión, centrándose en las dos novelas que, publicadas por la editorial Alba, originaron el artículo en cuestión. Y las calificó de obsequio y deliciosas, refiriéndose al costumbrismo y al humor sobre todo. Ahí le doy la razón completamente, alejado ya de las alusiones  a los tintes rosas.

Todo esto me hizo pensar, una vez más, en lo fácil que resulta categorizar o etiquetar las obras literarias en función de una parte, una pequeña parte en muchas ocasiones, de la temática que engloban. Como cuando veo designar, para mi desesperación, a las obras de mi admirada irónica Austen como románticas… Y es algo que se da, sobre todo, al tratar la literatura “femenina”, otro encasillamiento que ya ha dado lugar a páginas y páginas de polémica.

Gracias, de cualquier modo, Manuel Hidalgo por mostrar el encantador rostro de esta autora redescubierta y dejar que cualquiera que abriese las páginas del periódico pudiera encontrársela y desear conocerla mejor. 

Notas de cata: Jesús Carrasco, Mikhail Bulgákov, Jane Austen, Terry Pratchett, Oakley Hall.

¿Alguna vez se os han atascado las lecturas? No me refiero a un libro en concreto, de esos que no terminan de engancharte y a veces incluso abandonas, sino a eternizarte en una lectura que, para colmo, te está gustando. No sabes qué pasa, la cabeza está dispersa y esa sensación te desespera.
Afortunadamente no es algo que me suceda a menudo, pero este mes he caído en ese bache y me ha costado salir. Creo que, por fin, estoy recuperando el ritmo de lectura. De momento, aquí os dejo las notas de la reducida cata de este mes:


INTEMPERIE. Jesús Carrasco
Conciso y minucioso a un tiempo, este libro se bebe más que leerlo. Me dejé llevar por la exactitud del lenguaje y la crudeza de la historia de capítulo en capítulo, llena de admiración por la riqueza expresiva que termina por constituir un alarde un tanto abrumador.


EL MAESTRO Y MARGARITA. Mikhail Bulgákov
Este es un libro que, probablemente, hubiera disfrutado más en otro momento, leído de otra manera… Recorrido por un humor cáustico y surrealista que envuelve la carga de crítica política, requiere una lectura atenta aunque no reñida con el placer. Algún día volveré a él para releerlo sin cortapisas.


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